“PERO cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo solo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?” Hechos 5:1-3
Muchos se preguntan, ¿qué es lo que el Espíritu Santo tiene que ver con mis ofrendas? Veamos.
El libro de Hechos muestra las obras del Espíritu Santo en la vida de los primeros cristianos. Desde el principio, cuando el Señor Jesús ordenó que los discípulos no se ausentasen de Jerusalén hasta que de lo Alto recibieran el Espíritu Santo, ya vimos allí el sacrificio de los que estaban reunidos en el Cenáculo.
De todas las ciudades de Israel, Jerusalén era la más peligrosa para que los discípulos se quedaran en los días que siguieron a la muerte del Señor Jesús en la cruz. Sabían que tanto los soldados romanos como los líderes judíos estaban cazando a los discípulos de Jesús para extinguir de una vez por todas a la “secta del Nazareno”. Pero fue precisamente en Jerusalén que Jesús mandó que los discípulos se quedaran. Es decir, que arriesgasen la propia vida.
Y el Día de Pentecostés, que era la Fiesta de las Primicias, el Espíritu Santo descendió sobre ellos. De 365 días en el año en que el Espíritu podía haber descendido, vino justo el día en el que el pueblo estaba trayéndole las primicias a Dios. ¿Coincidencia? No. El mensaje fue claro: el Espíritu Santo solo viene sobre los que colocan a Dios en primer lugar en sus vidas.
Pero uno de los hechos más significativos que ilustran la relación entre la ofrenda (símbolo de la entrega de la vida del ofrendante) y el Espíritu Santo, ocurrió en el capítulo 5. Vale la pena leerlo hasta el versículo 11.
Ananías y Safira, movidos por la avaricia y el apego al dinero, tomaron parte del precio de la venta de su propiedad, y llevaron “una parte” para entregarla como ofrenda a los apóstoles. El resultado fue desastroso: en vez de ser llenos del Espíritu Santo, Satanás les llenó el corazón. Le mintieron al Espíritu Santo. Y perdieron la vida, la propiedad, el dinero, y lo peor, la Salvación.
Muchos no reciben el Espíritu Santo porque solo Le entregan una parte de sus vidas. Y eso se refleja en sus ofrendas en el Altar.
A Ananías y Safira les orientaron que no necesitaban haber hecho eso. Mejor hubiera sido no haber prometido nada. Lo que hicieron podría ser comparado a casarse con alguien que hace juramentos de amor y luego traiciona. Mejor sería no haberse casado.
Dios no Se entregó por nosotros “en parte”. No piense que le dará Su Espíritu si usted se entrega a Él solo “en parte”.