El evento del día del Pentecostés ciertamente es uno de los más importantes y significativos después de la resurrección del Señor Jesús.
Este acontecimiento significó el inicio de la Iglesia Primitiva, cuando el Espíritu Santo fue derramado por primera vez sobre los discípulos. A partir de entonces, ellos comenzaron a propagar el mensaje del Evangelio con la intrepidez del Espíritu que antes no tenían.
Después de Su resurrección, el Señor Jesús permaneció en la Tierra aún por 40 días. Durante ese período, Él estuvo varias veces con los discípulos, les enseñaba e instruía con respecto al Reino de Dios.
El derramamiento del Espíritu Santo
Sin embargo, antes de ascender al Cielo, el Señor Jesús les ordenó a los discípulos que no se fueran de Jerusalén hasta que la promesa del derramamiento del Espíritu Santo se cumpliera.
“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de Mí. (…) pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” Hechos 1:4,8
El término “Pentecostés” proviene de la palabra Pentecos, de origen griega, que significa “quincuagésimo”. La fiesta de Pentecostés se realizaba, exactamente, a los 50 días – o siete semanas – después de la Pascua.
El significado de la fiesta de Pentecostés
De acuerdo con el obispo Edir Macedo esta era una de las fiestas anuales judías más importantes. El objetivo era agradecer por la cosecha y celebrar el recibimiento de las Leyes de Dios que Moisés recibió en el Monte Sinaí. Además, durante ese período se presentaban las primicias, es decir, los primeros frutos a Dios.
No es por casualidad que Dios haya elegido ese período para cumplir Su promesa de derramar el Espíritu Santo.
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” Hechos 2:1-4
El viento, el fuego y las lenguas extrañas
El obispo Macedo explica que el viento y el fuego son símbolos de la presencia de Dios y del propio Espíritu Santo.
Las lenguas extrañas, a su vez, llegaron como providencia Divina, dado que había muchos extranjeros en Jerusalén en ese período. De esa forma, Dios quería que todos contaran Sus grandezas en su lengua de origen.
Fuente Inagotable
El obispo Macedo también explica el motivo por el cual Dios eligió esa fecha para el descenso del Consolador: “Él es la mayor provisión para los que desean servir al Señor. Quien Lo tiene en su interior posee una Fuente Inagotable de poder para vencer sus impulsos, el mal y el mundo. Otro factor importante que debe considerarse en ese gran evento es la semejanza del período de las siete semanas con el período entre la crucifixión y el ascenso del Señor Jesús.”
Jesús sabía que los discípulos aún no estaban capacitados espiritualmente para la misión designada. Porque les faltaba la fe sobrenatural que solamente el consolador podía generar en el interior de cada uno de ellos. Por eso, les ordenó que no se fueran de Jerusalén hasta que Lo recibieran. De lo contrario, sucumbirían delante de persecución implacable que enfrentarían de allí en adelante.
Habilitados para la Obra de Dios
Es notoria la diferencia de espíritu de los apóstoles antes y después de que fueron sellados con el Espíritu Santo. Los que antes se acobardaban y huían amedrentados, ahora, predicaban la Salvación en lugares públicos, incluso ante el peligro inminente de los azotes, de la prisión y del apedreamiento y muerte.
En el mismo día en el que recibió el sello del Espíritu Santo, Pedro, por ejemplo, que había negado a Jesús tres veces, se levantó en el medio del pueblo y, con osadía, predicó y de una única vez se convirtieron 3 mil personas.
“Cada persona sellada con el Espíritu Santo se somete a la voluntad Divina y se convierte en un instrumento del Señor en este mundo. El Espíritu de Dios lo prepara y lo habilita para Su Obra con dones y talentos. Además, cada persona recibe poder para que pueda resistir a sus deseos y para vencer al mundo”, finaliza el obispo Macedo.
Si usted también desea ser un instrumento de Dios en este mundo y, sobre todo, desea la Salvación de su alma, acérquese y busque este Sello. Participe de las reuniones que se realizan todos los domingos a las 9:30 de la mañana, en el Templo de la Fe, Av. Corrientes 4070, Almagro. Y en todas las Universal. Consulte las direcciones aquí.