El Señor Jesús está a su lado. Agárrese a Él, ya que es el Único capaz de mantenerlo vivo y a salvo
Cuando Roger se despertó aquella mañana de lunes, estaba con la nítida impresión de que el día iba a ser diferente. Estaba solo en un barco de pesca, en pleno alto mar. El pescador tenía mucha experiencia, había trabajado muchos años en empresas especializadas del rubro, pero ahora estaba siguiendo su rumbo, con su propia embarcación.
El mar estaba algo agitado, la mañana bastante nublada y el viento impulsaba el barco con mucha fuerza. Sin embargo, a pesar de darse cuenta que necesitaba prestar atención al momento, creyó que era una nube que pasaría. Pero aquel día exigía una atención mayor de parte de Roger.
Él volvió al interior del barco y sintió que comenzó a balancearse más de lo normal. Las aguas agitadas golpeaban la embarcación peligrosamente, al punto de ir de un lado al otro. Los estantes vacíos y los vasos, platos y potes con granos en el suelo, le daban a Roger una señal de alerta.
El marinero fue hacia afuera. El viento aullaba fuerte y en un ímpetu por el susto imaginó que gritaba como si pidiera que tuviese cuidado. El día estaba oscuro y el mar parecía entrar en motín, con sus aguas turbias, en cualquier momento.
Roger comenzó a preocuparse. Estaba aislado en medio a la inmensidad, y la única forma que tenía de comunicarse era a través de una señal de radio. Pero, por aquella rebeldía de la naturaleza, no lograba siquiera aproximarse al aparato.
Fue entonces que una huracanada tiró al barco hacia la derecha, con gran violencia. Roger fue lanzado para dentro y los objetos del interior cayeron arriba de él. En el piso, caído, y con inmensa dificultad para levantarse, vio el aparato de radio cerca. Roger se esforzó para alcanzarlo, pero su pierna estaba presa bajo una mesa y dificultó su idea.
El barco se balanceaba cada vez con más violencia, las aguas ya estaban invadiendo la parte externa y faltaba poco para irse a pique. Roger se desesperó. Nada de comunicación, señal de alerta o ayuda. Podría morir ahí, hundirse y no ser encontrado nunca más. El marinero comenzó a sentir su cuerpo mojado, casi sin fuerzas, pero buscaba resistir.
Hasta que otro fuerte viento impulsó el barco hacia otro lado y Roger logró soltarse, agarrar el aparato y pedir ayuda; pero no había señal, el radio estaba mudo, y nada de lo que dijera se escuchaba.
Roger comenzó a recordar los diferentes films que había visto con personas en alta mar. “Voy a morir como ellos”, pensó. “Voy a quedar como un náufrago que intentó sobrevivir, eso si logro llegar a una isla”, imaginaba.
Pero esa última posibilidad parecía ser imposible: no había nada cerca; no había isla, tierra firme… ni siquiera una punta de arena a la vista. ¡No había nada, en absoluto! Solo mar, agua e interminables vientos.
Las olas se levantaban como gigantes adormecidos, y el barco a la deriva era como un juguete en las manos de un niño sin coordinación motora. Roger escuchó algo romperse, y el agua invadió tan rápida e intensamente la embarcación, que no hubo tiempo de agarrar el bote y el salvavidas.
El pescador fue tirado directamente al mar, y el barco se hundió en increíbles segundos. Entonces el marinero se olvidó de su experiencia y se vio ínfimo en medio de la grandeza del mar furioso. No había más salida, el marinero estaba tocando fondo y cuando empezó a sentir fuertes calambres en sus piernas, que lo hacían ser tragado más rápido de lo esperado, se dio cuenta que algo tocaba su espalda, giró y se agarró a un pedazo de palo que se soltó de la embarcación.
Ante aquel hostil escenario Roger consiguió subirse a la madera y quedarse allí hasta que todo se calmara. Él también intentó calmarse, y parecía no creer que aun estaba vivo. Horas después, con un cielo libre de nubes y un fuerte sol castigando su cuerpo salado por las aguas, fue rescatado por otros pescadores que regresaban del mar.
Para reflexionar
Usted puede estar en medio a un gran vendaval de problemas y ahogándose en angustias, sin salida a la vista, pero tal vez necesite solo mirar a su alrededor para ver la solución para tanta aflicción. La ayuda puede demorar en aparecer, pero cuando llegue lo dejará a usted tan seguro que nada será capaz de hacerlo ahogar nuevamente.
El Señor Jesús está a su lado. Agárrese a Él, porque es el Único capaz de mantenerlo vivo y a salvo.