Alguien me preguntó: “¿Cómo hago para ser como usted?” Mi primera reacción, silenciosa, fue: “¿Quién soy yo para que usted quiera ser igual a mí?”Pero entendí lo que él buscaba. El joven quería consejos de cómo obtener éxito en el trabajo, en el matrimonio, en el camino cristiano, entre otras cosas. Y me hizo recordar algo muy común que sucede con las personas.
La mayoría de nosotros mira a alguien que considera exitoso y enseguida piensa: “Este muchacho es un suertudo” o “¿Qué tiene él que no tenga yo?” o “Es un astuto más que logró avanzar en la vida a costa de los otros”.
Es decir, suponemos que su éxito es fruto de la suerte o de alguna astucia. Normalmente estas preguntas solo generan un sentimiento de envidia o de impotencia. Creemos que la vida fue injusta con nosotros. Que se tiraron los dados y la mala suerte cayó de nuestro lado. Que no tenemos amigos importantes que nos ayuden.
La verdad es casi siempre muy diferente. Ese muchacho tiene hoy lo que pocos tienen porque hizo lo que pocos quisieron hacer.
Durante 28 años he seguido sistemáticamente los consejos que aprendí en la Palabra de Dios. Cosas que leí y descubrí por mí mismo. Otras que aprendí con buenos mentores y amigos. Y otras que los ejemplos de malos mentores y amigos me mostraron que nunca debería hacer.
Cometí errores. Fui infantil. Fallé intentando acertar. Me sacudí el polvo y me levanté varias veces. Pero si hay algo que puedo recomendar como un “secreto” que no es secreto, es que usted tiene que ser consistente en hacer lo que es correcto.
Los meses y años de nuestra vida son hechos por las decisiones que tomamos en los segundos y minutos de cada momento. Usted no tiene el futuro. Ni siquiera la hora que comenzará dentro de 60 minutos todavía le llegó a usted. Pero los segundos y minutos que forman el ahora ya están ahí. ¿Cómo va a usarlos? ¿Qué va a hacer?
Todos estos años, si algún éxito he cosechado, fue resultado de esta consistencia y perseverancia sistemática en sembrar y hacer lo que es correcto según Dios.
Usted sabe cuáles son estas cosas. No son difíciles de descubrir. Lo difícil es hacerlas. Todos los días. Siempre.
Pero no imposible.
Es así como yo hago. Y si fallo, comienzo todo de nuevo.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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