¿Cómo se siente usted cuando tiene la percepción de que perdió algo que debería ser suyo por derecho?
Entonces, ¡aprenda a usar la indignación que siente de una manera productiva!
En el caso del pueblo de Israel, en una determinada época de su historia, además de estar privados de su libertad, tenían la promesa de una tierra que ya estaba habitada. ¿Qué lectura hacer de eso?
Dijo luego el Señor: – Bien he visto la aflicción de Mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus angustias. Por eso He descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. Éxodo 3:7-8
Trasladando esta realidad a los días de hoy, observamos que la vida que el pueblo cristiano debería disfrutar es, de hecho, aprovechada por otras personas. Con la casa empeñada, el auto con cuotas atrasadas, recibiendo un salario mínimo, la empresa al borde de la quiebra y la familia al punto de la ruptura, la felicidad es una palabra inexistente en su vocabulario. Y aun así, usted mira hacia los costados y ve personas que llegan a negar la existencia de Dios, pero ostentan el equilibrio que ha faltado en su propia vida.
Sin embargo, se engaña si espera facilidades, pues, para conquistar lo que Dios prometió para su vida, tendrá que enfrentar su propia guerra, expulsando a los “pueblos enemigos” que, al igual que los que ocupaban la Tierra Prometida, se consideran dueños de la familia del pueblo de Dios, de sus cuerpos, de sus matrimonios o de sus empresas.
Dios creó el mundo en seis días y el séptimo descansó. Y vio que todo era perfecto. Eran seis los pueblos que ocupaban la Tierra Prometida: el cananeo, el heteo, el amorreo, el ferezeo, el heveo y el jebuseo. Estas 6 naciones estaban en el lugar de los hijos de Dios, la Nación de Israel. El número 6 representa el número del hombre, lo imperfecto, la criatura. En realidad, los “Eos” estaban ocupando el lugar de aquellos a quien el YO SOY (El Dios Vivo) había prometido una vida saludable, próspera y segura, que es la Tierra Prometida.
El Séptimo pueblo, la Séptima nación sería la que tomaría posesión, la que entraría en la Tierra Prometida, el Pueblo de Dios – Sus hijos – por medio del Sacrificio, para que vivieran la verdadera maravilla.
La voluntad de Dios es que Su pueblo viva una vida perfecta, o sea, que disfrute de una familia unida, de un cuerpo saludable, del éxito profesional, que sea realizado sentimentalmente, y es por eso que el Sacrificio para Dios exige que hagamos todo lo que está a nuestro alcance, ¡para que nuestro sueño sea realizado!
(*) Texto extraído del blog del obispo Julio Freitas.
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