Hay variedades del producto para satisfacer todos los gustos
Quien no pasó la incómoda y tragicómica situación de subirse a un tren o un colectivo lleno y sentir que a la persona de al lado le falló el desodorante. Desde hace ya mucho tiempo que olor producido por la axila era una preocupación para los hombres civilizados. En los tiempos del Imperio Romano ya intentaban controlarlo. Los hombres de aquella época usaban, después del baño, almohadillas aromatizadas debajo de las axilas para disminuir el olor provocado por el sudor.
Solamente en el inicio del siglo 20, en los Estados Unidos fabricaron un producto a base de sulfato de potasio de aluminio capaz de controlar el sudor y disminuir el olor. La sustancia fue llamada desodorante. El sudor contiene algunos ácidos carboxílico que provocan aromas desagradables. El mismo es producido por las glándulas sudoríparas apócrinas, por eso no tienen mal olor. En realidad el olor se produce por la presencia de bacterias.
El desodorante solo se esparció en el occidente, ya que era bastante caro. Después de la segunda guerra mundial, el precio cayó y de esa manera se volvió popular en todo el mundo. Hoy, el producto presenta diferentes opciones, que se adaptan a las necesidades de cada uno.
Con o sin perfume, con o sin alcohol, antitranspirantes ( que cierran cerca del 50% de las glándulas sudoríparas) o antranspirantes que reducen la formación de los malos olores y la transpiración en crema o rool-on. Son usados prácticamente en todas partes del cuerpo, en las axilas, en el cabello, el los pies, en la ropa, para aromatizar ambientes y hasta animales domésticos.