“Egipto es una dádiva del Nilo”, dijo el célebre historiador Heródoto. Y con toda razón: la civilización de aquel país africano, de clima desértico, solo fue posible a causa del mundialmente famoso río. Sus crecidas anuales cubren buena parte de la tierra de ambos lados, fertilizándola y haciéndola propia para la agricultura. Cuando las aguas vuelven al cauce normal, dejan mucha materia orgánica, que abonan naturalmente el suelo egipcio. Es natural que la población se instalara en esa área.
La historia del profeta Moisés tiene mucho que ver con el Nilo. Fue en sus aguas que su madre biológica depositó el cesto revestido, como un barquito, y el bebé descendió dentro de este por la corriente hasta llegar al lugar donde estaba bañándose la hija del Faraón de la época. La princesa rescató al pequeño y lo crió como si fuera su hijo, educándolo como un noble, hasta que él siguió el camino que Dios le tenía reservado: liderar a su pueblo de origen, los hebreos – que en ese entonces estaban esclavizados -, por el desierto rumbo a la Tierra Prometida. También fue el mismo río que en una de las plagas lanzadas contra Egipto se volvió rojo, asustando a los egipcios y forzándolos a liberar a los descendientes de Abraham.
Planificación
Los antiguos egipcios, mucho antes de la época de Cristo, fueron históricamente famosos por la ciencia y por el arte. La tecnología era avanzada para la época en lo concerniente a la arquitectura, escritura, medicina y agronomía, esta última, determinante para un pueblo que vivía en un reino desértico. Por eso mismo, la ocupación a las márgenes del río que garantizaba su subsistencia fue realizada con sabiduría, lo contrario a lo que muchos pueblos hacen hoy.
Como las crecidas del río obedecen fielmente a un calendario, los egipcios lo usaron a su favor. Medían el área máxima cubierta por las crecidas, y solo construían sus casas, palacios y otras edificaciones en la parte que estaba siempre seca. Así, evitaban las pérdidas. No es como se hace hoy en varias ciudades: se construye muy cerca de la rivera de un río (muchas veces incuso avanzando en el curso del agua) y, cuando crece a causa de las lluvias, se lleva el patrimonio de una vida entera, además de otros daños a la salud, e incluso psicológicos. Mucho antes de Cristo, aún en los tiempos bíblicos, la planificación habitacional parecía más razonable que en muchas de las ciudades actuales. Sin hablar al respecto del río que garantizaba la vida (algunos de nuestros ríos no pasan, actualmente, de colosales canales de desagüe).
Hoy en día, algunas ciudades egipcias que se encuentran a la ribera (como la propia capital, El Cairo, en la foto de arriba) incluso poseen grandes edificaciones bien al margen del río. Pero una planificación muy bien hecha permitió eso, con las debidas protecciones. Con represas de seguridad y barreras, además del aumento de la profundidad en ciertos puntos, tornan al Nilo de hoy más seguro para quien vive cerca a él.
Ocupación actual
Egipto es el país de cultura árabe más poblado. Son más de 70 millones de personas, la mayoría concentrada en apenas 4% del territorio del país – exactamente a orillas del Nilo (foto de al lado, obtenida por satélite).
La fertilización del suelo por las crecidas del Nilo hizo que Egipto fuese llamado en la Antigüedad “Granero del Oriente”. Eso comenzó cerca de 5 mil años antes de Cristo (a.C.), cuando pueblos nómades y seminómades de las regiones de las actuales Libia, Etiopía y Palestina se dirigían allá, pues era más intenso el proceso de desertificación del norte africano (incluyendo el vasto Sahara). Esos pueblos formaron aldeas agrícolas, que poco a poco evolucionaron a ciudades–estados llamados nomo, administradas por los nomarcas, que llegaron a ser la primera clase noble egipcia.
Las dificultades naturales locales hicieron que los nomos se unieran para garantizar su sobrevivencia, en lo que resultó dos grandes reinos, el del norte y el del sur, respectivamente el Bajo y el Alto Egipto. Alrededor de los 300 a.C., los reinos fueron unidos por el entonces rey Nemés, el primer faraón (“señor de la casa alta”, en alusión al palacio real, en la lengua local). Comenzó con él la primera dinastía egipcia. Un rey del Egipto primitivo también era conocido como “señor de las dos tierras”, en referencia a la unificación de los reinos antiguos.
La población de la época se instaló en una franja de tierra de hasta 20 kilómetros de las márgenes del Nilo, de ambos lados, a lo largo de cerca de mil kilómetros. Completamente dependientes del río, los egipcios lo utilizaban para la agricultura de manera inteligente. No bastaba solamente que fertilizara el suelo, sino que también era usado en la irrigación. Varios “brazos” (grandes canales, como el de la foto a la derecha) fueron cavados para llevar el agua hasta las labranzas más distantes, proceso utilizado hasta el día de hoy en algunas regiones. El imponente curso fluvial también era tan apropiado para la navegación que se volvió, en esa época, la principal vía entre las regiones. Esta es la razón de la falta de la construcción de caminos en aquellos tiempos, ya que todo era hecho por barcos de varios tamaños.
La pesca también era abundante, aunque en algunos puntos del río sea muy peligroso hasta hoy a causa de los enormes cocodrilos e hipopótamos que lo habitan. Es un dato curioso, pero estos últimos son, en el continente africano, una de las especies que más matan a personas que invaden su espacio.
Diques y reservorios fueron construidos con el tiempo, tanto para controlar un poco a las grandes crecidas como para garantizar el agua necesaria para los seres humanos, animales y plantas en tiempos de escasa lluvia.
Menos esclavos de lo que se imagina
Aún en el Egipto Antiguo, la mano de obra también era administrada de acuerdo al Nilo. Comentario aparte: es común pensar en las pirámides y en otras construcciones hechas por esclavos (hebreos y otros), pero, a lo largo de los años, los arqueólogos e historiadores comprobaron que los que construían y mantenían el reino no eran solamente los cautivos. Existía la esclavitud, tal como vemos en el libro de Éxodo, pero gran parte de los trabajadores era libre. Sucede que, en lugar de que solamente los tributos fueran pagados con dinero, parte del trabajo de los ciudadanos libres debería ser hecha para el reino, a favor de todos. Volviendo al calendario: en la época en que el río estaba normal, casi todo el mundo iba a trabajar en la agricultura. Cuando las aguas subían, los alimentos ya habían sido cosechados y estaban debidamente almacenados (en colosales silos), y la mano de obra regresaba a los trabajos más urbanos: construcciones y mantenimiento.
Hoy
En los días actuales, Egipto continúa dependiendo mucho del Nilo. Aún así, el “progreso”, no obedeció a los patrones de la época del inicio de su civilización. La ocupación desordenada en algunas de sus nacientes originó la contaminación de las aguas, que lanza, indiscriminadamente, en quien es el responsable por su sobrevivencia, los más variados tipos de desechos. Una retribución muy lejana al ideal de los recursos naturales dados por Dios, que hicieron que la vida fuera posible.
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