El miedo es un estado de perturbación resultante de la idea de un peligro real o aparente, o de la presencia de alguna cosa extraña. La duda es el elemento generador del miedo.
No sólo del miedo, sino de todas las debilidades humanas. La duda también es la madre de las preocupaciones, de los celos enfermizos, de las desconfianzas, de los temores.
El miedo a perder impide a que la persona reaccione. Así, los fracasos del pasado le han truncado avanzar en futuras conquistas. El que se mantiene lejos de la duda, también se mantendrá lejos de la derrota.
A partir de allí surge la razón de la fe. La fe es certeza.
Así como la duda es resultado de la actuación de un espíritu maligno, la fe inteligente es la actuación del Espíritu de Dios, que no cuenta con el tímido o miedoso para Sus proyectos. Antes, ha elegido personas que confían en Sus promesas como lo hicieron en el pasado los héroes del a fe.
Quien cree en Él no tiene miedo ni se intimida ante los desafíos de la vida. Por el contrario: duda del éxito del mal. Esto significa que, duda de la propia duda.
“…Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará.” (Habacuc 2:3).