Ser sociable es una característica positiva, pero “hablar como un loro” puede volverse un problema
Un comentario, bromas para animar y opiniones, no hay a quien no le guste una persona que sabe comunicarse bien, divertirse, hablar con facilidad y adecuarse a los ambientes. Saber exponer los pensamientos y expresar las opiniones con claridad es un arte. Incluso muchas personas que son tímidas sufren por no ser así. Pero cuando las ganas de hablar exceden, la persona termina impidiendo que los otros hablen también.
“Todas las personas que hablan demasiado tienen la facilidad de adecuarse a lugares y a situaciones. A pesar de ser sinceras, normalmente terminan hablando sin pensar, por el hecho de ser impulsivas. Generalmente, quien es muy parlanchín no se da cuenta cuando es necesario estar en silencio para no confundir al otro, siempre les parece que una palabra más no cambia nada”, comenta la psicóloga Simone Pessunoto.
Según la especialista, no es saludable lo que se presenta de manera exagerada. “Así como en otras situaciones, la persona que habla termina siendo hasta mal interpretada, por no dar oportunidad a nadie de hablar por mucho tiempo. Es ansiosa y no espera ni que el otro complete la frase para responder o hacer un comentario. A veces se siente desamparada pensando que nadie le da importancia a sus cosas, cuando en realidad ella no da espacio para que haya diálogo, porque parece que solo ella quiere hablar”, explica Simone.
La voluntad de cambiar
Para la vendedora María Leite Mendes, de 32 años, su forma de hablar confunde muchas veces. “En mi profesión ayuda mucho, pero en el aspecto sentimental y hasta con los amigos es un problema, porque se cansan de escucharme hablar tanto, a pesar de todo son sinceros y me dicen cuando tengo que disminuir la intensidad”, comenta.
Según María, ahora ella sabe en que momentos debe o no hablar. “Aprendí a pensar antes de hablar y a elegir las palabras adecuadas. Me di cuenta que eso me ha hecho una persona mejor, pues estoy menos ansiosa”, finaliza.