¿Cuánto vale usted?
Si tuviese que anunciarse para venderse, ¿qué valor pediría por sí mismo?
Imagínese en una vidriera, vestido con la mejor ropa, el mejor zapato, el más lindo peinado, y una plaqueta donde está escrita toda su vida, con fotos que muestran los lugares por donde pasó y las personas con quienes estuvo, además de videos revelando las palabras que dijo, sus gestos, hechos y actitudes tomadas.
Evaluando todo eso, ¿por qué valor se vendería, cuánto, de hecho, valdría?
Entonces usted recuerda que los lugares por donde anduvo la desvalorizaron como persona y que lo que hizo le quitó algunos ceros a su valor. Y porque despreció a quien lo amó, porque dijo no cuando debería haber dicho sí, y dijo sí cuando debería haber dicho no, el precio en la vidriera se reduce cada vez más.
Cuando alguien pasa cerca suyo, lo mira con desdén y dice que “ese producto” no es bueno. Que ya lo probó otras veces y se decepcionó, que el precio sugerido es mayor de lo que realmente vale.
Usted se siente mal pero no puede decir nada. A fin de cuentas, está a la venta y no puede cuestionar sus derechos.
Entonces, viene otra persona y con una dudosa expresión de gentileza se queda indecisa entre “comprarlo” a usted o elegir otro. Pero, al ver varias ofertas alrededor, prefiere cualquier otro “objeto” que no sea usted.
“¿Qué tengo de malo?”, piensa usted angustiado. “¿Mi ropa está fea o mi maquillaje corrido, o mi zapato roto? ¿Qué pasa que nadie me elige, ni me ve ni me valora?
Y usted, en la vidriera de la vida, se enmohece durante días, semanas, meses, en fin, años. Y por fin ve que para el mundo y las personas de alrededor, usted es un “producto” en venta, que no piensa, no siente, no tiene derecho a nada, y por eso lo desprecian como a los demás productos de los supermercados que a fin de mes son puestos en promoción. Encabeza el stock de los despreciados.
Al final, ¿no es eso lo que somos en este mundo de hipocresías? ¿No es así que nos sentimos cuando somos cambiados y rechazados por alguien? ¿No es eso lo que nos hacen porque, aparentemente, tenemos algún “defecto” y siempre existe otra persona mejor, más capaz y más apropiada que nuestra que nuestra pobre vida infeliz?
No es así, sin embargo, con Aquel que nos compró. Todos nosotros, hambrientos, mentirosos, arrogantes, agresivos, estudiosos o analfabetos, pobres o ricos, de valor o no, fuimos comprados – aún sin merecerlo – por un precio muy alto. Ahora diga, analizando su vida pasada o actual, ¿si usted vale la pena, si el “dinero” que se pagaría por usted sería realmente justo?
No obstante la falta de lógica, usted fue comprado. Y, a pesar de no haber sido exhibido en ninguna vidriera, el precio pagado fue tan alto que ningún dinero alcanzaría. Porque no fue papel moneda lo que gastó el Comprador, sino toda Su sangre.
Y ahora, ¿va a continuar despreciándose, desmereciéndose y humillándose? ¿Todavía piensa que su vida no vale nada? Y porque alguien lo traicionó y abandonó, ¿es el más infeliz de los hombres?
Si usted no valora a Aquel que gastó todo Su Bien para comprarlo, inconscientemente, va a valorar a aquel que lo expuso en la vidriera del mundo, no para promoverlo, sino para ridiculizarlo e desvalorizarlo– porque, a fin de cuentas, este es uno de sus objetivos.
En la Noche de la Salvación, usted va a encontrar a Aquel que pagó ese alto precio por usted. Búsquelo en el Templo de la Fe, ubicado en Av. Corrientes 4070, Almagro, o en la Universal más cercana a su domicilio.