Jacob cosechó frutos durante toda su vida, a raíz de su carácter malo. Y no solamente hizo sufrir a otros, sino también a sí mismo, debido a un comportamiento contrario al Espíritu Santo.
La Iglesia del Señor Jesucristo ha sido afligida y ha sufrido terriblemente, porque hay muchos que se dicen cristianos, pero tienen un carácter como el de Jacob. Y solamente cuando hay un cambio de carácter y de comportamiento en la vida del cristiano, es que comienza a resplandecer la gloria de Dios.
El apóstol Pablo, en Efesios 4:17-20, hace una severa advertencia a los cristianos: “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo”.
Cuando Dios nos salva y nos libera del imperio de las tinieblas, coloca dentro de nosotros Su Santo Espíritu. Mientras tanto, no nos obliga a hacer Su voluntad porque tenemos la libertad de hacer lo que deseamos. Él nos muestra el camino, pero no nos obliga a seguirlo, ya que esa decisión es nuestra.
Y, por esta causa, muchos cristianos están sufriendo, porque tienen un comportamiento contrario a la voluntad de Dios. Aunque el Espíritu Santo los oriente, no Lo oyen, por eso viven en la derrota y en el fracaso; ya que aun teniendo un gran conocimiento de la Palabra de Dios, no la practican.
En el capítulo 4:17-20, el apóstol está hablándoles a los cristianos caídos, abatidos y cuyo carácter y comportamiento no agradan a Dios. Se dirige a aquellos que fueron salvos, pero que no han perseverado en la salvación y dejaron que su corazón se corrompiera. Son como Esaú, que despreció su derecho de primogenitura, la salvación eterna de compasión y misericordia dada por Dios, por un plato de lentejas – el oro, la plata, el dinero, etc.; en fin, las cosas que el diablo ofrece en este mundo, de la misma manera que se las ofreció al Señor Jesús, en la tentación del desierto, diciéndole: “Todo esto Te daré, si postrado me adorares.” (Mateo 4:9).
Vea cuán mentiroso es el diablo, ¡pues no tenía ni tiene poder, para darle nada a nadie! Lo que tiene es ignorancia y dureza en su propio corazón, cuyo entendimiento ha sido oscurecido, ajeno a la voluntad de Dios, e insensible a la voz del Espíritu Santo.
¡Hay muchos cristianos que están abandonando la bendición espiritual por un plato de lentejas!
Tal vez usted sea una de esas personas que abandonó al Señor Jesús, porque se decepcionó con el pastor, el obispo, la Iglesia, etc. Sin embargo, si usted se decepcionó es porque le prestó atención a la voz del diablo y su fe está basada en los hombres, en las instituciones, y no en el Dios vivo. Seguro que de esa forma, usted siempre se va a decepcionar.
Mientras Pedro miraba a Jesús caminó sobre las aguas, pero a partir del momento que dejó de centrar sus ojos en el Señor, y comenzó a mirar las olas a su alrededor, comenzó a hundirse.
Así son muchos que se dicen cristianos, que están postrados, desanimados y caídos en callejones y esquinas de la vida. Algunos llegan a decir: “Caramba, perdí el tiempo en la iglesia, mira mi vida…”
Su vida es el reflejo de aquello que usted ha sembrado. Si sembramos buenas semillas hoy, vamos a cosechar buenos frutos mañana.
Hay personas que comenzaron sembrando buenas semillas, después semillas malas, y es por eso que cosecharon frutos inútiles.
Todo pasa: el dinero, la honra, el conocimiento, los diplomas, los títulos; en fin, toda la gloria de este mundo termina con la muerte. Pero lo más precioso, y lo único que debe preservarse y es nuestra salvación, la fe en el Señor Jesús.
La familia, la esposa, el marido, los hijos, los padres, todo se va, y lo más importante es su espíritu. ¿Para dónde va su espíritu? Si usted muere ahora, ¿está absolutamente seguro de su salvación? ¿Para dónde va usted? Solamente quien es de Dios verdaderamente, sabe dónde va.
Guarde y preserve ese buen tesoro que lo hará heredar la vida eterna, pues la salvación es lo más precioso que usted tiene. Porque aquellos que son de Dios vencen, no solo al mundo, sino a todos los obstáculos, a través de la fe puesta en Cristo Jesús. “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” (Efesios 4:30).
Y, aunque el corazón y la carne desfallezcan, el Señor Jesús es nuestra fuerza para siempre.