Para quien cree que la Biblia contiene relatos fantasiosos, basta prestar atención a los trabajos de confiables y renombrados científicos, posicionados dentro de los mejores del mundo
“Entonces fueron Moisés y Aarón ante el faraón, y le dijeron:
-El Señor, el Dios de los hebreos, ha dicho así:
¿Hasta cuándo no querrás humillarte delante de mí?
Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.
Y si aún rehúsas dejarlo ir,
mañana yo traeré sobre tu territorio la langosta,
la cual cubrirá la faz de la tierra, de modo que no pueda verse la tierra.
Ella comerá lo que escapó, lo que os quedó del granizo;
comerá asimismo todo árbol que crece en el campo.
Llenará tus casas, las casas de todos tus siervos
y las casas de todos los egipcios (…)”
Éxodo 10:3-6
Sucedió tal como se describe en Éxodo, de esa manera. La gran nube de langostas que formó parte de las plagas enviadas a Egipto por Dios – para que los hebreos fueran liberados de la esclavitud y rumbearan hacia la Tierra Prometida – entró a la historia. Y, también, tal cual se describe, una plaga como esa es mucho más seria de lo que puede parecer a los ojos de pueblos que no están acostumbrados a las langostas. Los insectos simplemente devoran todo lo que encuentran de vida vegetal “masticable”, dejando apenas ramas deshojadas, destruyendo completamente las labranzas y provocando hambre, afectando a los habitantes y sus animales hasta la cosecha siguiente. En algunos países africanos y de Oriente Medio, el problema es tan grave que la Fundación de las Naciones Unidas para Alimentación y Agricultura (FAO) creó el Locust Watch (algo así como Vigilancia de Langostas), un sistema en cooperación con la agencia espacial norteamericana, NASA, para monitorear la proliferación y las migraciones de los artrópodos devoradores, emitiendo alertas internacionales cuando fuera necesario.
Peligro real y actual
Para quien creía que el relato bíblico es fantasioso y exagerado, las nubes de langostas causan daños periódicamente en decenas de millones de quilómetros cuadrados de plantaciones, pastizales y ciudades en las áreas alcanzadas, llegando al punto de que la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU) haya creado una división especial para atender del tema.
Pero ¿Cómo comienza una nube de estos insectos?
Las formaciones de langostas, constituidas por millones de estos insectos, generalmente comienzan cuando hay un aumento exagerado de su población en determinada región, principalmente después de períodos intensamente lluviosos; ya que al terminar, las hembras depositan sus huevos. Cuando eclosionan en gran cantidad, el alimento en el área se vuelve escaso. Los animales salen en bandada en un grupo tan grande que impiden hasta el pasaje de la luz del sol. No transmiten enfermedades, pero comen toda vida vegetal que consiguen (a no ser la madera y las semillas más duras), causando hambre en regiones enteras. Un ejemplar del insecto come, diariamente, el equivalente a su propio peso corporal en vegetales. Come rápido, gasta su energía también rápidamente, y después busca más alimento.
La explosión poblacional de los “grillos grandes” (son de la misma familia) puede acontecer por factores diversos: cambios en la temperatura, en la humedad y en el índice de lluvias, por ejemplo. De las cerca de 400 especies conocidas de langostas, aproximadamente media centena son nómades, pero solo unas 10 causan ese tipo de daño. África, Asia y parte de Oriente Medio son los lugares más afectados. Una de las nubes medidas por la NASA, en África, cubría 1.200 quilómetros cuadrados y contenía cerca de 80 millones de langostas por quilómetro cuadrado. ¿Le parece poco? Según los relatos bíblicos, la nube de la plaga bíblica fue mucho mayor. ¿Quiere más? Una nube como la citada puede consumir 192 millones de kilos de vegetación en un sólo día, según los investigadores de la FAO. En los últimos 100 años, sobrevinieron siete grandes períodos de grandes plagas. La más larga, ocurrió intermitentemente, por 13 años.
En Latinoamérica, sólo hay noticias muy fortuitas de nubes, y en mucha menor intensidad. En Argentina, la última se conoció en el 2006, cuando un torbellino de langostas, provenientes de Brasil, debido a su especie provocaron cortocircuitos y dejaron sin luz a tres pueblos cordobeses, además de devastar pastos, cultivos y árboles. Mientras tanto, en Brasil la región del estado de Mato Grosso, antes, los insectos se alimentaban de la vegetación natural en el Centro-Oeste, pero con el avance de las grandes plantaciones para la región y la devastación del bioma “cerrado” (uno de los seis grandes biomas brasileiros) los insectos atacan directamente los cultivos, por haber sido privados de su comida natural (la que consumían de forma gradual, despacio y siempre, sin arrasar con la vegetación).
Y, cuando ataca una nube de langostas, ¿Qué hacer? Correr. O algo peor: fumigar con insecticidas que llegan a disminuir la población de los bichos, pero que al mismo tiempo causan severos daños a los vegetales. Obviamente, parte del veneno queda en los alimentos, y llegan a las mesas.
Según la FAO, en los períodos de recesión (cuando no hay nubes) las langostas en el área más afectada del planeta, se concentran en un área de 16 millones de quilómetros cuadrados que comienza en el desierto del Sahara, pasa por la Península Árabe y va hasta el noroeste de India. Cuando salen en nubes, devoran todo en esa área y amplían el radio de acción a su alrededor, afectando cerca de 60 países; pasando incluso por encima de grandes porciones de agua, como el Mar Rojo. Llegó a conocerse la noticia de una nube que atravesó el Océano Atlántico de África hacia el Caribe.
En algunos lugares, si la langosta comió el alimento de los humanos, ellos terminan siendo la comida. Sí, existen pueblos que se alimentan de los insectos. A pesar de ser poco común en la cultura occidental; en general, son consumidos en áreas como el Valle del Jordán y Arabia. Un verdadero manjar, comidas tanto asadas como fritas. Es una gran fuente de proteína en un área en que generalmente escasea por otra fuente: el desierto.
¿Le pareció extraño? Volvamos a la Biblia. En Levítico 11:21-22, Dios le habla a Moisés y a Arón sobre cómo los animales se separaban como “puros” e “inmundos”. Los primeros eran permitidos como alimento para los seres humanos. Entre éstos, algunos de los saltadores que tenían más de cuatro patas:
“De ellos comeréis estos: toda clase de langosta, de langostín, de grillo y saltamontes.”
El Nuevo Testamento también muestra esto (Mateo 3:4) cuando habla de una persona muy importante en la historia del propio Jesucristo – su primo, Juan Bautista:
“Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero alrededor de su cintura, y su comida era langostas y miel silvestre.”
Por lo tanto, nada tan nuevo, como para sorprender tanto.