Cierto día, David se enamoró de una mujer casada llamada Betsabé, esposa de uno de sus mejores guerreros, llamado Urías. Aun sabiendo eso, se acostó con ella y quedó embarazada (2 Samuel 11: 2-5).
Para encubrir lo que había hecho, David ordenó llamar a Urías de la guerra para que pase la noche con su esposa y, así, eximirse de aquel hijo. Sin embargo, Urías no sintió que era justo dejar la guerra para disfrutar su casa y esposa, y se acostó en la puerta de la casa del rey David (2 Samuel 11:6-13).
Como David no pudo realizar su plan, decidió enviar a Urías a una posición en el frente de guerra para que muriera y pudiera casarse con Betsabé (2 Samuel 11:14-27).
“…Pero esto que David había hecho fue desagradable ante los ojos del Señor.” 2 Samuel 11:27
La revelación
Cuando David ya no se acordaba de los pecados que había cometido, el Señor usa a un profeta llamado Natán, para reprenderlo (2 Samuel 12:1-14).
Natán le contó una historia para que David lograra ver y tener conciencia de cuán malas fueron sus actitudes.
El profeta lo hace recordar de que no existe nada que el Señor no vea.
Las consecuencias de un pecado
Para encubrir un pecado, David terminó cometiendo otros. Él no fue capaz de frenar para darse cuenta lo que estaba haciendo, solo tenía un objetivo y deseaba alcanzarlo de cualquier forma.
David también se olvidó de que Dios ve todo. Su pecado, que estaba escondido en un pasado remoto, salió a la luz en un momento en el que ya no pensaba en eso.
Al igual que sucedió con David, todos los días pasamos por experiencias que, para quien observa, da la impresión de que no conocemos el poder de Dios. Enojos, tristezas y actitudes impensadas dan un testimonio contrario de lo que es ser un cristiano.
David se acostó con una mujer casada, después mintió para traer a su marido nuevamente de la guerra a fin de que pudiera esconder un embarazo y, no contento con los resultados, ordenó matarlo.
¿Cuántas veces actuamos de esa forma? Sin límites, con locura, insensatez, solo para realizar un sueño, un deseo que, estando en plena consciencia, no haríamos de esa forma.
“Así que no los temáis, porque nada hay encubierto que no haya de ser descubierto; ni oculto que no haya de saberse.” Mateo 10:26
Cuidado con lo que hace. Nada que fue escondido un día quedará así para siempre. Los recuerdos del pecado vendrán en un momento inesperado, al igual que sus consecuencias.