La Iglesia del Señor Jesús solamente será edificada por las lenguas extrañas si el Espíritu Santo usa a alguien para interpretarlas. El apóstol Pablo llega incluso a prohibir que se hable en lenguas dentro de la iglesia si no hay quien las interprete.
¡Con toda la razón! Porque de qué sirve hablar en otras lenguas dentro de la iglesia si la persona no entiende, y mucho menos los demás oyentes. Ya dijimos que las lenguas deben ser expresadas, pero solamente para Dios. Para eso no es necesario gritar, porque Dios no es sordo; basta hablar bajito y esto disciplinará las reuniones, impidiendo que haya confusión de lenguas e incluso disputas para ver quien habla más o es más “santo”.
Además, esto es un verdadero desorden dentro de muchas denominaciones, porque muchos piensan que hablar alto, en lenguas, es un síntoma de espiritualidad. Por eso, hacen cualquier ceremonia para gritar en lenguas, aunque tengan que interrumpir al pastor de la iglesia.
El don de la interpretación de lenguas se tiene que hacer presente en la iglesia de la misma forma como el don de lenguas, porque uno depende del otro. No ha sido común la manifestación de este don. Tal vez porque los responsables por las congregaciones no le hayan puesto tanto énfasis, o tal vez porque la mayor preocupación haya sido más en el sentido de llevar al pueblo de Dios a la experiencia del bautismo con el Espíritu Santo y, consecuentemente a las lenguas extrañas.
Dios no nos ha concedido solamente el don de lenguas, sino también su interpretación, en el intento de hacer a Su pueblo absolutamente fuerte e invencible, fundamentado y edificado en el poder de la fe. Gordon Chown cuenta, en su libro Los Dones del Espíritu Santo, que hubo un brasileño que fue a África Central, y empezó a concurrir a la Iglesia Reformada Holandesa en Salisbury, sin conocer una palabra de aquella lengua. En la semana de Pentecostés, hubo reunión todas las noches, a las que el joven asistió asiduamente, a pesar de no entender nada. El sábado, el Dr. Zietsmann estaba predicando, cuando de repente, el joven sintió una ola de calor agradable pasar por su ser, una sensación de la presencia de Dios, y en aquel mismo instante, pasó a entender perfectamente el sermón.
Enseguida, el pastor hizo una invitación poco usual para que alguien orase de forma libre. Ese joven se levantó y oró en Afrikaans, la lengua de aquel pueblo. Quiere decir que cuando hay comunión con el Espíritu de Dios todo es posible. Por eso, debemos estar totalmente abiertos para permitir que el Espíritu del Señor tenga plena libertad para hablar, interpretar, ejecutar; en fin, hacer todo lo que Él desea para la edificación del Cuerpo de Cristo y sobre todo para Su propia alabanza.
Texto extraído del libro “El Espíritu Santo” del obispo Edir Macedo