El ser humano es inclinado a oír la voz del corazón. Cuando una persona es apasionada, su corazón queda preso de su pasión. Sus sentimientos pasan a dirigir su corazón y, en consecuencia, su vida. Su capacidad intelectual queda a merced del sentimiento. Por esa razón muchos matrimonios son destruidos.
Como dice el dicho popular: «Cuando la cabeza no piensa, el cuerpo es quien paga». ¿Y qué tiene que ver la fe con todo esto? La fe está por encima tanto del corazón como de la razón. Por eso mismo es que Dios enseña que la plenitud de la vida solamente es vivida a través de la fe, porque ella es el poder de Dios para dirigir nuestra vida por buenos caminos.
Los sentimientos del corazón fallan, ya que el corazón es naturalmente corrupto y engañador; la razón, a su vez, desprecia el conocimiento de Dios y se hunde en los conocimientos de este mundo. Sólo nos resta confiar en la fe, que no se deja encerrar ni por uno ni por otro. La verdadera fe es libre, no se basa en emociones o en la sabiduría humana. Cuando oímos que alguien perdió la fe por dejarse llevar por determinados sentimientos o dio lugar a falsas doctrinas en su corazón, podemos estar seguros de que esa persona no supo fortalecer su fe; al contrario, por no oír la Palabra de Dios y practicarla constantemente, su fe fue disminuyendo de tal manera que llegó al punto de no tener fuerzas para resistir la mínima tentación.
Una de las grandes armas que el diablo usa para debilitar la fe de las personas es exactamente quebrarlas por medio de los sentimientos. No podemos negar que existen buenos sentimientos, y que ellos muchas veces son importantes para nuestro bienestar; entretanto, sabemos también que no siempre los sentimientos traducen verdaderamente lo que somos. Vea lo que dice el apóstol Pablo, ciertamente abordando este asunto:
“No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que está en mí.” Romanos 7:19-20
¿Qué hacer entonces para estar por arriba de los sentimientos? ¿Cuál es el secreto de los hombres de Dios que superaron su naturaleza y anduvieron con firmeza en la presencia de Dios? La respuesta está en la constante comunión con el Padre celestial. Aquel que está en comunión con Dios, y expresa esa comunión por medio de una vida de oración, supera sus debilidades y tentaciones, tornándose victorioso:
“Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses.” Santiago 5:17