Al contrario de lo que muchos suponen, la fe racional no es un instrumento apenas de conquistas y realizaciones de sueños, también es una herramienta de defensa y mantenimiento de los sueños realizados. Sobre todo de la Salvación eterna.
La Salvación eterna es como el matrimonio: fácil de alcanzar y difícil de mantener, al punto de que permanezca por toda la vida en este mundo.
Así como el hecho de casarse es fácil, también es el hecho de reconocer a Jesús como Señor y Salvador, en una ceremonia religiosa.
Y de la misma forma que la relación exige sacrificios constantes de ambas partes para mantener el matrimonio, así también sucede en relación a la salvación. O sea, hay que negarse a sí mismo, tomar la cruz y obedecer los consejos del Señor Jesús.
Mientras que el amor une y mantiene el matrimonio, la fe une y mantiene el contacto con Dios. Pero tanto el amor como la fe exigen sacrificios. Sin él no se mantendrá la relación.
Tratándose de fe emotiva, no se puede esperar ninguna realización de sueños. Quien vive basado en la fe emotiva es como un niño. Un niño no piensa, sino que actúa a través de las emociones. ¡Por eso no hay conquista de nada, y menos de la salvación eterna!
La fe emotiva es fe carnal. Prueba de eso es su impaciencia y falta de perseverancia. No tiene fuerza para enfrentar dificultades, ni para esperar en Dios. A la menor señal de problemas, surgen las dudas seguidas por el desánimo.
Lo más desastroso de la fe emotiva es que promueve el nacimiento de la carne. Esta fe convence al supuesto cristiano de algo que no es. Por ejemplo: la “sensación de seguridad” de lo que se quiere poseer. Pero tal sensación es puro fruto de la emoción movida por el ambiente de loor y paz de la iglesia.
Los espíritus engañadores se aprovechan de esa situación para promover en sus víctimas las “lenguas extrañas”, “profecías”, los “cánticos en lenguas”, haciéndolas pensar que han sido bautizadas con el Espíritu Santo. Y el aparente “gozo de alegría” dura mientras transcurre la reunión.
Al salir de aquel ambiente, la sensación de agonía y tristeza regresa. Y con el tiempo se verifica que los frutos de aquel “bautismo” continúan siendo infructuosos. La conducta de la persona es la misma que antes del bautismo.
Prostitución, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, celos, odio, discordias, contiendas, envidia, glotonerías y hasta el mal uso de Internet. En fin, comportamientos semejantes al de cualquier incrédulo.
Al meditar sobre su calidad de vida, el fiel descubre que el cambio es insignificante y apenas en algunos aspectos. No es un cambio total. La promesa de vida abundante cristiana no sucedió y no hay ninguna perspectiva de que suceda.
Y entonces surge la frustración con la iglesia y hasta con Dios.
¿De quién es la culpa? La culpa es del nacimiento de la carne promovido por la fe emotiva.
La fe emotiva existe para la fe inteligente así como la cizaña existe para el trigo. De la forma como la cizaña ata al trigo, también la fe emotiva ata la fe racional.
Atribuir la culpa de los fracasos de la fe emotiva a terceros, es una forma de huir de la responsabilidad personal de la obediencia a la Palabra de Dios, cuya enseñanza es clara con respecto a su práctica. Dios nos ha dado inteligencia para evaluar todas las cosas y retener lo que es bueno.
No se debe decidir nada en la vida en base a emociones o sentimientos del corazón. En vez de eso, hay que usar la inteligencia. Esto también se aplica en relación a la vida espiritual.
Dios no acepta hacer alianzas con alguien basadas en sentimientos. Pero sí basadas en la razón. Esto es, practicándola cada día. La razón tiene que ocupar el lugar del corazón. De lo contrario ninguna alianza con Dios o en el matrimonio, dará resultado.
Es eso lo que Dios espera de aquellos que creen en Él de verdad. Compromisos asumidos y obligaciones practicadas, por aquellos que hicieron una alianza con Él.
El fiel obedece los mandamientos y Él cumple Sus promesas. Eso es racional y sobrenatural. Es la fe que produce beneficios.
Fe sobrenatural es fe racional, espiritual y consciente. Por ser revelada por el Espíritu Santo, en ella se encuentra poder y coraje para enfrentar las adversidades normales de la vida.
En ella hay confianza de que Dios hará aquello que prometió hacer. A causa de eso no se desmorona delante de las dificultades y pacientemente aguarda los frutos de la perseverancia.
Una de las virtudes de la fe racional es actuar como antídoto, contra el virus de la duda.
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