Lucifer vivía al lado de Su Creador, en el Jardín del Edén. Él era el sello de la perfección, lleno de sabiduría y hermosura, se cubría de todas las piedras preciosas, era el querubín ungido de la guardia, permanecía en el Monte Santo de Dios, en fin, era perfecto. Ezequiel 28
A causa de eso, nació el orgullo en su corazón, que lo hizo pensar que podría subir al Cielo, exaltar su trono por encima de las estrellas de Dios y sentarse en el monte del testimonio. Él quiso ser semejante al Altísimo. Isaías 14:13-14. Quiso robar la Gloria de Dios. Así, apartó a la tercera parte de los ángeles de la presencia del Señor.
Dios le había confiado a los ángeles, pero, por ser Omnipotente, Omnisciente y Omnipresente, se cercioró de la intención rebelde de su corazón, y, no teniendo alternativas, lo expulsó del Cielo.
Al caer en la Tierra, logró ejecutar el apartamiento de Adán. Este, influenciado por el “señor”- sí, señor de los apartados – desobedeció a Dios y también se apartó del Todopoderoso. ¡Listo! Satanás había establecido su reino aquí en la Tierra.
De un lado, el ejército espiritual de rebeldes apartados, del otro, la raza humana descendiente del primogénito de los apartados – ahora entiendo por qué “… el mundo entero está bajo el maligno”. 1 Juan 5:19
Lo interesante es que la historia se repite en los días actuales. Vemos al evangelizado apartado levantándose contra su evangelizador; intitulándose igual o mayor que aquel que, durante muchos años, gastó su vida liberándolo, enseñándole y, por fin, confiando un ministerio en sus manos.
El orgullo en su corazón lo hace rebelarse, a ejemplo de Lucifer: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; Yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti”. Ezequiel 28:17
El señor de los apartados cegó su entendimiento de tal modo que, además de que su ejército ministerial está formado también por apartados, trata a aquel que ganó su alma y le hizo conocer el evangelio con irrespetuosidad.
Me encuentro en la obligación de alertar a todos los que se apartaron de la presencia de Dios, y a aquellos que están siendo tentados a tal locura: Vuelvan corriendo a los brazos del Señor Jesús. Pues el señor de los apartados es el “padre” de todos aquellos que se apartan del Altísimo. Él va a arrastrar su alma al infierno. Basta con que usted muera lejos de Aquel que un día extendió Su perdón y Su misericordia para salvarle, y usted lo rechazó.
¿Usted quiere vivir la eternidad con un “padre” así?
Dios los bendiga
Obispo Sergio Correa