No son pocos los pasajes de la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, donde el aceite de oliva aparece con un importante significado. Hoy más popular en la alimentación, también tuvo a lo largo de la historia un fuerte sentido espiritual, además de otros usos, como en medicamentos y cosméticos.
El olivo, cuyo fruto da origen al tipo de aceite más usado en el mundo (existen los compuestos con otros vegetales), surgió en la región que hoy abarca Siria – no por casualidad, según la Biblia, es donde estuvo el famoso Jardín del Edén- la primer morada del hombre. También se han encontrado olivos fosilizados, ubicados en la zona del actual Irán.
Hay indicios de que el aceite extraído de las aceitunas ya se utilizaba hace 6 mil años. Los pueblos de la Mesopotamia lo usaban como protector contra el frío. Se untaban la piel con el aceite, que “toma prestado” el calor del ambiente y no deja que el cuerpo pierda el suyo con facilidad. Los guerreros de la época también se lo frotaban para resaltar su musculatura, con el fin de intimidar a los adversarios.
El aceite extraído de las aceitunas fue usado durante milenios como combustible para las lámparas, proporcionando iluminación nocturna en los inmuebles, campamentos o con un objetivo ceremonial, como en los menorá (candelabros judíos de siete lámparas, como los que eran usados en el Tabernáculo y en el Templo de Salomón).
Los mercaderes de Tiro eran importantes comerciantes de aceite. Lo vendían inclusive a Egipto, ya que las aceitunas egipcias no eran de buena calidad. Israel también producía mucho aceite, pero también se lo compraba a Tiro. Relatos de la comercialización del producto aparecen en libros bíblicos como 2 Crónicas, 1 Reyes, Isaías, Ezequiel y Oseas.
Los fenicios y griegos esparcieron el uso del aceite por las demás regiones mediterráneas (hasta hoy el aceite griego figura entre los mejores del mundo). Los médicos de Grecia ya lo utilizaban en sus ungüentos en el siglo VII antes de Cristo (a.C.), al igual que los romanos y los propios israelitas, además de los mesopotámicos y egipcios, como lo demuestran varios hallazgos arqueológicos.
Usos
Además de la utilización en condimentos y para freír alimentos, y también para conservarlos, el aceite era materia prima de medicamentos de uso tópico (como cremas y pomadas), de cosméticos (cremas y aceites para el cabello y la piel) o también mezclado con esencias perfumadas para uso corporal o en ambientes. Mezclándolo con las especias y flores, se hacía una especie de incienso.
El sentido espiritual del aceite es frecuente también en los días actuales para pueblos como los judíos y los cristianos. El aceite simboliza la presencia del Señor, también representa el Espíritu Santo. Con él, eran ungidos reyes y sacerdotes, conforme a la voluntad de Dios.
Jacob, en sus experiencias con Dios en Betel, levantó altares de piedra dos veces, sobre los cuales derramó aceite (Génesis 28:18; 35:14).
En los sacrificios diarios, también era utilizado el aceite, siempre de muy buena calidad (como en Éxodo 29:40), al igual que en la purificación de los leprosos (Levítico 14:10-18). Los manjares para las ofrendas a Dios eran comúnmente usados sin levadura y con aceite. La ausencia de la levadura significa la abstinencia del pecado, mientras que el aceite simboliza la presencia del Señor. Sin embargo, cuando las ofrendas se hacían para la expiación de pecados (Levítico 5:11) o a causa de celos (Números 5:15), no se usaba el aceite.
También era común que los judíos se untaran levemente el cuerpo con aceite después del baño (tiene un eficiente efecto hidratante y suavizante para la piel) o antes de importantes fiestas. Pero en ocasiones tristes como el luto, no debía usarse – el aceite simbolizaba, entre muchas cosas, la alegría.
En una de las famosas parábolas contadas por Jesús, un samaritano encuentra a un judío víctima de una gran agresión (ilustración de arriba) y, piadosamente, cura sus heridas con vino (el cual desinfecta a causa del alcohol) y aceite (con propiedades cicatrizantes). Este uso terapéutico también aparece en Isaías 1:6 (con propiedades suavizantes de llagas para su tratamiento), además de la cura espiritual (Marcos 6:13 y Santiago 5:14).
Hablando de Jesús, Él mismo, en vísperas de Su prisión y ejecución, pasó por momentos de oración en el Jardín de los Olivos (foto de abajo), en Getsemaní (en hebreo “lagar de aceite”-“lagar” es la manera de designar la molienda que extrae el aceite de las aceitunas, o el lugar donde se encuentra).
Gracias a los antiguos mercaderes del Mediterráneo, el uso del aceite se propagó a otras tierras, que también comenzaron a producirlo. Hoy, el aceite es utilizado en la gastronomía, en la cosmética y en la medicina de varias culturas.
Hacia fines del siglo XVII el Virrey del Perú ordenó arrancar todas las plantas de olivos del territorio de su Virreinato para evitar la competencia con España. Así fue que las cuadrillas reales comenzaron a eliminar las plantas a golpe de machete. Sin embargo, cuenta la leyenda, que una anciana de la villa de Aimogasta, actual territorio de la provincia de La Rioja, Argentina, cubrió con su poncho una pequeña planta que al pasar desapercibida se convirtió en la única sobreviviente de las plantas de olivo en estas latitudes del nuevo mundo.
Con el correr de los años, de esta única planta se obtuvieron los brotes necesarios para repoblar la zona. Así surgió una nueva variedad de olivo que recibió el nombre de Arauco, en reconocimiento al departamento homónimo en que se originó. Cierta o no la leyenda, lo que sí se sabe fehacientemente es que la actividad olivícola argentina se inició en 1562 cuando Don Francisco de Aguirre plantó los primeros ejemplares que trajo del Perú en las tierras áridas de Cuyo que le recordaban a su España natal.
En la actualidad, Argentina es el principal productor de aceite de oliva de América del Sur y, de concretarse las plantaciones comprometidas por la ley de diferimientos, se convertiría en uno de los primeros diez productores mundiales.
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