“¡Solo sabés comprar y te quejás de que nunca tenés nada!” Esa es una de las quejas más comunes de los hombres en relación a la mujer. Y, en parte, no deja de ser cierto. “Él es más objetivo, pero también consume bastante. Sin embargo, la mujer es más observadora y flexible, logra comprar productos similares a lo que desea.”
Pero hay detalles que estimulan el consumismo femenino. “El primer punto a considerar es que la convocatoria de los medios es mayor en relación a las mujeres, sin embargo, ella compra no solo para sí, sino también para los demás, como padres, marido e hijos”, explica Regiane.
Además de las influencias externas, están también las personales, y hasta físicas. “Lo que puede impulsarla a consumir y la baja autoestima o algo que ha sucedido que la hizo entristecerse, además de la TPM (tensión premenstrual).”
Ella compra para sentirse mejor: “La compra en sí es placentera, y ella, en esas condiciones emocionales desequilibradas, va en búsqueda del placer, de su satisfacción, y termina consumiendo hasta lo que no necesita”, aclara la psicóloga.
Los resultados
El consumismo deja de ser placentero cuando comienza a traer grandes consecuencias. “La mujer entra en un endeudamiento muy grande y en el vicio de las compras. Ese es uno de los indicios de que algo no está bien.”
Lo peor es cuando ella observa que las personas alrededor comenzaron a notar su manía de comprar. “Al sentir que no está siendo bien vista por las personas y ser juzgada por sus excesos, comienza a esconder sus compras por la casa.”
Cuando el consumismo llega a ese punto, la persona necesita tratamiento. “Es lo que llamamos oniomanía, que es la compra compulsiva. Cuando se llega a ese grado elevado de consumismo, necesitará acompañamiento”, finaliza Regiane.