El estrés es la tensión física y emocional que se produce como respuesta a una presión externa o interna. Prácticamente es imposible vivir sin algún tipo de estrés y, en pequeñas dosis, resulta estimulante y motiva al logro. Sin embargo, cuando es excesivo o no se controla adecuadamente, puede producir problemas de salud. De hecho el 43 % de las personas adultas sufren efectos adversos en su salud ocasionados por el estrés y del 75 al 90 % de las visitas al médico se deben a enfermedades relacionadas con el estrés.
En palabras del Dr. Ricardo Ruiz, dermatólogo y director de la Clínica Dermatológica Internacional, “la piel y la mente están estrechamente relacionadas”. De ahí que nuestro órgano más grande, la piel, también achaque las consecuencias generadas por el estrés. Existen comportamientos que podemos identificar claramente con el estrés: cuadro ansioso por falta de sueño, falta de concentración y relajación, cuadros depresivos, ganas de llorar y falta de energía al comenzar el día…
“Pero también se puede dejar ver en la piel de muchas maneras”, nos cuenta el Dr. Ruiz: acné, rosácea, dermatitis seborreica, psoriasis, uñas quebradizas, hiperhidrosis (sudoración excesiva)… Pueden aparecer en un brote de estrés o empeorar si ya se padecían.
Las consecuencias del estrés sobre la piel, sin duda, la afean notablemente y reducen la autoestima por su efecto estético. Pero, además, esas lesiones cutáneas son en sí mismas una fuente de estrés. Por ejemplo, el vitíligo o una alopecia pueden disminuir mucho la calidad de vida de un paciente y estresar aún más.
Según un estudio de la Universidad de Kanazawa en Japón, el estrés “es capaz de volver el pelo blanco a través de los daños que causa en las células madre de los folículos pilosos”. De ahí que muchos presidentes de Gobierno juren el cargo sin canas y dejen su cargo con el pelo completamente blanco. Y por si esto no fuera poco también puede favorecer la aparición de varices en las piernas.
La ansiedad y la necesidad de bajar el ritmo
Los trastornos de ansiedad son los más frecuentes, un 7% de la población los padece en la actualidad.
La ansiedad es una respuesta de nuestro organismo ante situaciones que generan estrés. Cuando estas situaciones de tensión, nerviosismo y ahogo se mantienen durante mucho tiempo, nos generan una mayor dificultad para resolver los problemas de forma lógica, nos provocan malestar y nos hacen sufrir.
La ansiedad puede impactar en el desarrollo de diferentes actividades de tu vida, por eso es importante controlarlos buscando ayuda, esto te permitirá conocerte más a fondo y enfrentar tus sentimientos.
No obstante, si ya te encuentras inmerso en una situación de nerviosismo extremo, sigue estas recomendaciones:
Toma aire, relájate y bebe un vaso con agua: Esto te ayudará a pensar con claridad y abandonarás la situación que te provoca nerviosismo.
Deja de insultarte: Tener una buena autoestima evitará la ansiedad, te dará seguridad.
No te exijas demasiado: Debes ser consciente que eres humano y puedes cometer errores como cualquiera; está bien querer ser perfeccionista, sin exagerar.
Cambia tu percepción: En cuanto dejes de autocorregirte, obtendrás resultados inmediatos, los cuales crecerán en función del tiempo que lleves aplicando la estrategia.
¿Sabías que?…
Cuando a nuestro cuerpo se le exige una carga extra de energía por presiones en el trabajo por estrés emocional, el organismo agota las reservas de energía y, en consecuencia, las reservas de vitamina B, lo que nos vuelve vulnerables a padecer depresión, insomnio o irritabilidad. Para evitarlo, debes incluir en tu dieta alimentos como el brócoli, acelgas y espinacas, los cereales y las leguminosas, que contienen el complejo de vitamina B.
Ningún nutriente puede en sí mismo atribuirse efectos antiestresantes. Sin embargo, hay un hecho irrefutable: el placer que nos produce comer ciertos alimentos provoca en nuestro organismo una secreción de “opiáceos endógenos” que nos proporciona sensación de bienestar e incluso cierta euforia. Tenga en cuenta estos alimentos para incorporar a su dieta:
1. Frutos secos: son energía pura, contienen magnesio, antioxidantes como las vitaminas E y C, y vitaminas del grupo B, indicadas para aliviar la fatiga y el estrés. Ideales para picar entre horas, con moderación.
2. Cereales integrales: contienen triptófano, un aminoácido esencial para producir serotonina, sustancia responsable del buen estado de ánimo y de la relajación. Recomendados el trigo, la avena y la cebada.
3. Banana: una aliada del sistema nervioso, por su alto contenido de triptófano, vitaminas A y B, y minerales como hierro, calcio, magnesio y potasio, que regula la frecuencia cardíaca, uno de los principales síntomas de estrés.
4. Carnes: las proteínas perdidas en momentos de estrés se pueden recuperar ingiriendo carnes rojas y pescados, que además poseen altos niveles de vitamina B12, esencial para el sistema nervioso.
5. Espinacas: al igual que el repollo y el brócoli, es rica en minerales y vitaminas A y C, esta última, un poderoso antioxidante muy importante para el tejido cerebral.
De todas formas, la mejor estrategia frente al estrés es comer bien y de todo, ya que de ello depende que nuestras defensas estén altas.