Las palabras nacen de la simple unión entre letras, que asociadas unas con las otras pueden volverse una fuente de poder o destrucción, dependiendo de quién, cómo y por qué motivo sean usadas. En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. (Juan 1 y 3).
Las palabras pronunciadas por Dios fueron las que nos trajeron a la existencia. Por eso las palabras que pronunciamos producen una acción y nosotros, como seres creados a imagen y semejanza de Dios, debemos tener conciencia de que nuestras palabras también transportan poder.
Es justamente por eso que la biblia nos alerta que “Con la lengua bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios”. (Santiago 3.9)
Por eso siempre esté atento porque “La muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que la ama comerá de sus frutos.” (Proverbios 18.21).
En la Biblia, podemos encontrar varias situaciones donde las palabras se utilizaron con poder por quienes la pronunciaron.
Para crear: “Haya luz.” (Génesis 1.3)
Para dominar: “Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo.” (Génesis 2.20)
Para bendecir: “Dios, pues, te dé del rocío del cielo, y de las grosuras de la tierra, y abundancia de trigo y de mosto. Sírvante pueblos, y naciones se inclinen a ti; Sé señor de tus hermanos, y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, y benditos los que te bendijeren (Génesis 27.28-29)
Para maldecir: “Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y lo oyeron sus discípulos” (Marcos 11.14)
Para destruir: Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. (Santiago 3:6)
Texto extraído del blog del obispo Julio Freitas