Si pudiésemos registrar en orden cronológico las prerrogativas o calificaciones de Dios, verdaderamente deberíamos considerar, en primer lugar, a Dios, el Señor de la Justicia. La misma Escritura apunta la base del Trono de Dios. “Justicia y derecho son el cimiento de tu trono; misericordia y verdad van delante de tu rostro.” Salmos 89:14
Todo aquel que leyó o lee la Biblia Sagrada, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, puede sentir la manera por la cual Dios hace su juzgamiento, es decir, la manera en que Él opera en Sus acciones y reacciones para con Su criatura; y en todo eso se puede constatar un Señor perfectamente justo, en Su manera de ser y actuar.
Él es un Dios justo y, por esa razón, odia la injusticia, de la misma manera como nosotros la odiamos. Además, en el plano amoroso de Dios, creemos que ésta es la razón principal por la cual muchos tienen la oportunidad de ser salvados. Debido al hecho que Dios odia la injusticia y de tener hambre y sed de justicia. El Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.” Mateo 5:6 Solamente aquellos que tienen el carácter mirando a la justicia es que son saciados; y el hartazgo es exactamente la salvación por la fe en el señor Jesucristo.
La Justicia de Dios a través de los tiempos
Dios siempre usó hombres llenos de fe, temerosos y correctos en su carácter, para manifestar su justicia para con ellos. Después de la muerte de Josué, durante los primeros 300 años en Israel, Dios hizo aparecer alrededor de 13 jueces para juzgar a Su pueblo, porque “en esos días no había rey en Israel: cada uno hacía lo que le parecía más recto” (Jueces 21:25)
Estos jueces eran nombrados para hacer justicia y así promover en el pueblo judío la disciplina que involucra el respeto mutuo entre sus ciudadanos y las tribus, con la finalidad de encaminarlos a Dios. Aquí vemos una característica importante de la verdadera justicia. La aplicación de una disciplina que refleje el carácter divino.
Después vinieron los reyes que, también nombrados, eran considerados jueces de toda la nación de Israel. Entre ellos se destaca la persona de David “un hombre en concordancia con el corazón de Dios”
En el presente, Dios tiene también sus jueces en la Tierra, que, impregnados de autoridad concedida por el mismo Señor Jesús y ungidos por el Espíritu Santo, procuran llevar a los pueblos la justicia divina por medio de la fe, de acuerdo con la Palabra de Dios. Por eso es que el Señor, con el objeto de implantar el Reino de la Justicia o el Reino de Dios entre los hombres: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.” 1 Corintios 12:28
Texto extraído del libro “Carácter de Dios” del obispo Edir Macedo