La Biblia muestra que las primeras cosas diezmadas a los sacerdotes eran las cosechas, las frutas y algunos animales, excepto los que eran considerados inmundos. De los animales considerados superiores, al pasar a pastar, uno de cada diez era retirado como diezmo. Los productos de la tierra, después de haber sido ofrecidos, podían ser intercambiados por dinero, desde que los valores fueran los correspondientes a dos veces el valor de los productos. Pero, no se permitía el rescate de una décima parte del rebaño de ovejas o del ganado bobino, por ser considerados santísimos. “Pero no se venderá ni se rescatará ninguna cosa consagrada, que alguno hubiere dedicado al Señor; de todo lo que tuviere, de hombres y animales, y de las tierras de su posesión, todo lo consagrado será cosa santísima para el Señor.”
Mientras que los hijos de Israel mantenían la obediencia a los preceptos del Dios, cumpliendo la determinación de separar el diezmo de todo lo que poseían, la prosperidad estuvo presente en sus vidas, sus plantaciones y los frutos de la tierra se producían en gran abundancia, las crías de los animales eran de buena calidad y se multiplicaban numerosamente.
La abundancia de los hijos de Dios crecía de tal manera que el tabernáculo quedaba pequeño para recibir la gran cantidad de diezmos, tanto de animales como de frutos de la tierra, que mensualmente, eran llevados a los sacerdotes: “Y cuando este edicto fue divulgado, los hijos de Israel dieron muchas primicias de grano, vino, aceite, miel, y de todos los frutos de la tierra; trajeron asimismo en abundancia los diezmos de todas las cosas. También los hijos de Israel y de Judá, que habitaban en las ciudades de Judá, dieron del mismo modo los diezmos de las vacas y de las ovejas; y trajeron los diezmos de lo santificado, de las cosas que habían prometido al Señor su Dios, y los depositaron en montones.” (2 Crónicas 31:5-6)
Alicia: “Estaba con un problema económico muy grave. Tenía mi negocio y mi auto, pero no era fiel a Dios, usaba el diezmo para otras cosas, y al tiempo perdí el auto. No era constante en las cadenas. La situación no mejoraba, entonces, un proveedor me llamó para pedirme el negocio si no le pagaba.
Hice un voto de ser fiel a Dios y determiné que no iba a perder mi negocio. Empecé a generar ganancias y a pagar mis deudas. Gracias a haber recibido la Dirección de Dios no perdí nada más y estoy creciendo”.
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