La esposa de Manoa era estéril y no tenía hijos. Cierto día, apareció el Ángel del Señor a ella y dijo que sería madre de un libertador más de Israel, un niño consagrado a Dios desde su vientre. Para eso, ella tendría que dejar de beber y comer algunas cosas (Jueces 13:2-5).
Al igual que Sara y Rebeca, no tenía más esperanzas de generar un hijo, hasta que llegó un ángel que dijo que eso sería posible. La diferencia es que la esposa de Manoa tuvo que seguir algunas reglas para que su hijo fuera un nazireu (consagrado, dedicado).
Sin embargo, Manoa no creyó en la esposa y pidió que el ángel apareciera nuevamente para confirmar lo que había dicho. Y así sucedió (Jueces 13:8-13). De esa forma, él pudo saber que su mujer había sido fiel en lo que había dicho.
Por la fidelidad de la esposa de Manoa, Sansón pudo ser juez y defensor de Israel, dejando de serlo sólo cuando desobedeció a Dios. Sin embargo, su madre obedeció lo que el ángel dijo hasta el final de su vida, aun después del nacimiento de su hijo (Jueces 14:7,8).
Una mujer consagrada
Podemos decir que la madre de Sansón tal vez haya estado más consagrada a Dios que él. Ella siguió estrictamente lo que el ángel dijo y no desistió, obedeció al Señor por encima de todo.
Ella también puede ser un ejemplo de madre, pues se consagró en su embarazo para que su hijo fuera separado para Dios, desde su vientre. Ella le enseñó a su hijo, desde el principio, lo que era servir al Señor.
Y usted, ¿Se ha consagrado a Dios? ¿Qué ha hecho en favor de su hijo, marido y personas que ama? Las bendiciones pueden suceder en el otro, por ser desprendida y por su dedicación para agradar a Dios.