El Espíritu Santo trabaja junto a la persona para que haya un desarrollo espiritual. Y, cuando existe una entrega nuestra del 100% hacia Él, entonces, el Espíritu comienza a tener objetivos para nosotros. Existen 4 acciones del Espíritu Santo que queremos explorar, y son esas mismas acciones las que Dios piensa realizar a través de Su ESPÍRITU:
4. Consolar
Dios quiere, a través del Espíritu, consolarnos. Confortarnos, traernos alivio en el momento justo y darnos el apoyo necesario para traspasar el momento complicado, sin que neguemos la fe o miremos hacia atrás. No podemos comparar el consuelo del Espíritu con el consuelo de familiares o amigos, porque éstos, aunque consuelen, el dolor continua; pero el consuelo del Espíritu saca todo el dolor, toda la angustia, toda la tristeza que pueda querer permanecer en el corazón de una persona.
“el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios..” (2 Corintios 1.4)
3. Fortalecer
Dios quiere, a través del Espíritu, fortalecernos. El debilitamiento proviene del mal, pero el fortalecimiento proviene del Espíritu, y nos fortalece para que podamos vencer las tribulaciones, las tentaciones, las fantasías y sentimientos que nos quieran destruir. Y ¿quién no pasa por momentos difíciles? ¿Quién no pasa por aflicciones en esta vida? Pero es en esos momentos que el Espíritu se muestra presente. Él se queda a nuestro lado y nos da fuerza para vencer determinadas situaciones y los momentos difíciles que enfrentamos por causa de nuestra fe en Cristo. Durante el tiempo que estemos de pasaje por este mundo, solamente los fuertes logran permanecer y prevalecer sobre todo y todos.
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” (Romanos 8.26)
2. Guiar
Dios quiere, a través del Espíritu, guiarnos. Y guiar significa que Él nos quiere acompañar, dirigir, justamente para mostrarnos el camino correcto; pues Él sabe que el antiguo “guía”, el diablo, nos llevó a caminos errados, que, a su vez, casi termina en nuestro fin. El Espíritu Santo es el Guía, el Orientador en los momentos, de actitudes y decisiones. El Espírito es nuestro consejero y también nos enseña a vivir en este mundo de manera que no lleguemos a entristecer a Dios, por eso, para que la persona permanezca en la Presencia de Dios, debe ser guiada por el Espíritu. Atención, Dios anhela guiar, pero, no puede obligar a nadie a ser guiado por Él, ya que la persona tiene voluntad propia y le tiene que dar permiso.
“…Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.” (Juan 16.13)
1. Edificar
Dios pretende, a través del Espíritu, edificarnos. Edificar significa construir. Con nuestro interior grandemente damnificado por los traumas, complejos, decepciones, engaños y diferentes tipos de problemas, el Espíritu nos devuelve el deseo de luchar, el deseo de vivir y luchar por nuestra vida. Como consecuencia, pasamos a tener objetivos y ganas de vencer.
Lo maravilloso es que el 1º paso del Espíritu es reconstruir nuestro interior, que provocará, a su vez, frutos en el exterior. Para ilustrarlo mejor: somos dueños de un gran terreno (que representa nuestra vida). Cristo es el constructor, el dueño del terreno (dueño de nosotros), por eso, tenemos que autorizar que el constructor haga esta gran obra de edificación. Es exactamente así que se debe hacer, tenemos que autorizar al Espíritu Santo para que Él haga ese trabajo.
“Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él. Arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Colosenses 2.6)
Obispo Julio Freitas