Imponerles límites a los hijos puede convertirlos en adultos maduros.
Algunos padres se equivocan en la educación de sus hijos por no saber poner límites. La buena educación puede estar íntimamente unida a los “nos” que los padres dan. No siempre… dar lo que su hijo quiere, para evitar llantos y berrinches, es el mejor camino. Los padres deben estar atentos para limitar sus demandas, ya que en caso contrario, podrían tener dificultades para enfrentar las negativas que la vida les traerá en la etapa adulta.
Para Fátima Bittencourt, terapeuta de familia y directora del Grupo Sanare, esta generación de padres tiene mayor dificultad para imponer límites a sus hijos. “Es una generación como ninguna en toda la historia de la humanidad porque en muy poco tiempo los vínculos sufrieron muchos cambios en todos los aspectos. Para lidiar con tantos cambios necesitamos, con urgencia, padres conscientes que enseñen valores verdaderos a sus hijos. Que les expliquen que esos valores son importantes, aunque actuar bien no los habilite a recibir premios o recompensas.
La especialista habla de la complejidad que significa educar a un niño y afirma que, aunque es difícil, es importante que se establezcan límites para la construcción de la personalidad. “Desarrollar en sus hijos el autoestima y la capacidad de trabajar pérdidas y frustraciones, filtra estímulos estresantes. Dialogue y escuche a fin de que puedan aceptar las reglas de la vida para ser felices. Esas reglas forjan hijos maduros y con estructura para elegir lo mejor que la vida puede ofrecer.”
De acuerdo con Bittencourt, es bastante común que los padres justifiquen sus errores invocando sus condiciones de vida. Dicen que la desesperación los llevó a tomar actitudes equivocadas o que las circunstancias adversas les impidió imponer límites a sus hijos.
“Los padres actúan así para compensar la ausencia por el exceso de trabajo. Los hijos agreden a sus padres por no haberles dado lo que piden. Hermanos mienten o engañan sin importar cómo pueden perjudicar a los demás. Se generan reglas confusas para toda la familia y la sociedad, formando seres individualistas, narcisistas, inseguros y autoritarios”
Ni una palmada, ni un grito
Con la condena de la famosa “palmada”, muchos pasaron a usar el recurso del grito. Para la especialista, esa manera de establecer límites es un síntoma de que los padres están estresados y bajo presión. Eso pasa también con padres que perdieron la razón y los recursos para ejercer la autoridad.
“A estos padres les aconsejaron no pegarles a sus hijos; y muchos no quieren repetir los padrones de sus padres. Agresión genera más agresión y sin duda, no es la manera sensata de educar. Ni el grito, ni la palmada”, destaca.
En el caso de niños que lloran ante cada “no” que reciben, el consejo de la terapeuta es no super-valorizarlos. “Los padres que sufren o se paralizan con los berrinches de sus hijos necesitan reveer sus valores de autoestima, competición, seguridad, confianza y los valores necesarios en el proceso de la educación”.
“Los vínculos afectivos se construyen desde la gestación de los hijos. Si son verdaderos, jamás se perderán por las reglas necesarias en el proceso educacional. Invertir en la confianza de que “ si vivió más y por lo tanto tiene más experiencia”, servirá como soporte emocional para enseñar los límites que son necesarios, sin rigidez”, aclara la especialista.
Para los padres que tienen dificultades en decirle a su hijo “No”, la terapeuta advierte: “un auténtico proceso de educación, en que el hijo aprende que el amor es el mayor de los tesoros, enseña a establecer reglas de convivencia. Eso repercutirá en su vida en todos los sentidos y no se volverá una persona infeliz solo por no tener ropa de marca, celulares o cualquier novedad de la moda.
Será alguien que reconocerá la gran diferencia entre tener cosas y ser una persona que reconocerá la gran diferencia entre tener cosas y poder desarrollar cada aspecto de su ser: lo físico, emocional y espiritual; convirtiéndose así en un adulto feliz.
Dígale “no” sin explicar mucho más, amenazar o recompensar. Después de todo, “no es no”, finaliza.