Ese hombre no tuvo una infancia sencilla. La madre de Jefté era prostituta, y él fue expulsado de Galaad, su tierra natal, para que no formara una familia allí.
Una vez, los amonitas estaban en guerra con Inrael, que no lograban combatirlos. Entonces, fueron hasta Jefté para pedirles que él estuviera al frente de la batalla (Jueces 11:1-11). Fue en ese momento que hizo un voto al Señor: si ganaba la guerra, entregaría como ofrenda a la primera persona que fuera a saludarlo al llegar a casa (Jueces 11:30-31).
Sin embargo, Jefté no imaginó lo que sucedería. Al regresar de la guerra, la primera que salió para celebrar con él la victoria fue su única hija. Pero, incluso entristeciéndose al acordarse de su voto, él lo cumplió.
Fidelidad probada
Podemos decir que quizás Jefté podría no haber tenido en cuenta que alguien tan querido saliera de su casa para recibirlo de regreso de la guerra. Él no midió la manera en que cumpliría su voto. ¿Acaso pensó que sería fácil, que saldría de su casa un par de cerdos, de becerros?
A él no le importó el voto que hizo, sino el objetivo que quería alcanzar, que era ganar la guerra. Sin embargo, Dios lo hizo recordar lo que prometió apenas vio a su única hija saliendo de la casa. Y, así, Él probó la fidelidad de Jefté.
Incluso siendo algo inimaginable, Jefté tenía que ofrecer a su hija en sacrificio, así como él dijo que haría en su voto con Dios.
Él podría rehusarse, haber hecho otra oración pidiendo perdón a Dios por no lograr cumplir su voto, incluso porque la guerra ya estaba ganada. Sin embargo, él fue hasta el fin con su palabra, probó que era fiel a Dios.
¿Será que hemos hecho voto de necios? ¿Hasta dónde hemos sido fieles a Dios? ¿Le han agradado nuestros votos?
“Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.” Eclesiastés 5:4-5
Aunque su voto sea difícil de cumplir, de realizar, por razones humanas, limitaciones emocionales o financieras, siga adelante, haga como Jefté y entregue lo que se propuso a Dios, con certeza, Él verá su esfuerzo. ¡Sea aprobado por Dios!
La Palabra dice que la hija de Jefté lloró su virginidad y no conoció a ningún hombre (Jueces 11:38-40). Algunos estudiosos creen que ella fue sacrificada u murió virgen. Otros afirman que ella fue virgen hasta el último día de su vida.
De cualquier manera, la hija de Jefté fue obediente a su padre, colocándose a disposición para realizar el voto firmado. Así, padre e hija son ejemplos de obediencia y fidelidad a Dios.