Daniel salió de casa apurado para un día más de trabajo.
El metro estaba lleno – como siempre -, pero, sin paciencia para esperar al próximo tren, subió.
Estaba preocupado. Aquel día sería decisivo en su vida.
Empleado hace casi 10 años de una reconocida institución financiera, Daniel entró en la empresa siendo muy joven. Comenzó como oficinista y, con mucho empeño y dedicación, fue creciendo profesionalmente hasta llegar al cargo que ocupa hoy – gerente de cuentas.
Su compromiso con el trabajo siempre despertó la simpatía y la admiración de sus superiores, que siempre contaban con él para nuevos desafíos.
Pero Daniel quería más.
No era parte de sus planes ser empleado toda la vida, aunque fuera un excelente empleo. Su objetivo, su sueño, era administrar su propia empresa.
Fue para eso que estudió y se especializó.
Todos esos años trabajando como empleado fueron extremadamente importantes para él, sin duda. Allá, aprendió, obtuvo experiencia, maduró y creció profesionalmente. Sin embargo, llego la hora de tomar nuevos rumbos.
Sin embargo, él tenía que tomar una decisión importante. Pedir la renuncia e ir en búsqueda de su sueño – ya que la empresa se rehusaba a despedirlo – o posponerlo una vez más y esperar el día en que la empresa decida finalmente retirarlo y él pueda pasar a ejecutar sus planes.
Tenía conciencia de que si optaba por la segunda opción estaría colocando en las manos de terceros su futuro.
Daniel pensaba, reflexionaba y se preguntaba a sí mismo:
¿Cuánto tiempo aún tendré que esperar?
¿Qué me impide largar todo, arremangarme y correr detrás de lo que realmente quiero?
¿Estabilidad financiera? ¿La seguridad de tener un sueldo fijo que me asegure el pago de las cuentas a fin de mes?
Puedo tener todo eso y mucho más con mi propia empresa. Crecí trabajando para los demás, ¿por qué no crecería trabajando para mí mismo?
Si para enriquecer a los otros yo no medí esfuerzos, ¿por qué lo haría ahora que es para mi propio beneficio y, además, para mi autorealización?
¿De qué tengo miedo?
Perdido en sus pensamientos, no vio que el tren estaba detenido hacía ya algún tiempo.
Solo se dio cuenta cuando escuchó una voz “familiar” que le dijo:
“Paramos para esperar que el tren de adelante avance.”
Qué está esperando el de adelante, pensó. Probablemente el de adelante, también está esperando a otro, y así sucesivamente. Mientras tanto, estamos todos aquí parados, dependiendo de que el otro tren avance para que el nuestro también pueda avanzar y llegar a la siguiente estación.
De repente, un pensamiento vino a su mente:
“Es exactamente eso lo que usted está haciendo con su vida. Esperando que los otros decidan por usted cuándo debe actuar. Pero, a diferencia del tren, usted tiene una alternativa. No necesita y no depende de la acción de terceros para cambiar el curso de su vida y llegar a la otra “estación”. Está en usted el poder de la decisión.”
Recordó un video que había visto. Hablaba de la difícil elección que el águila tiene que hacer cuando llega a la mitad de su tiempo de vida. En esa edad, sus uñas están muy largas y flexibles, imposibilitándoles agarrar las presas de las que se alimenta. Su pico encorvado y sus plumas viejas y pesadas dificultan su vuelo.
Aquello que antes para ella era natural se vuelve casi imposible. Es en ese momento que ella necesita tomar una decisión importante.
O acepta su condición y resignada espera a que llegue la muerte, o se esconde y pasa por un doloroso proceso de renovación que dura aproximadamente 150 días. Durante ese proceso se golpea con toda la fuerza el pico en una roca hasta que se lo arranca. Después espera pacientemente que este nazca nuevamente para arrancarse las uñas y plumas envejecidas. Pasados los 150 días – ahora con uñas y plumas ya crecidas -, sale para el vuelo de renovación.
El tren paró en la estación de Daniel.
Su semblante era otro. No había más señales de aprensión en su rostro.
Se sentía ligero y seguro para hacer su elección.
Más que nunca estaba decidido y dispuesto a pasar por ese proceso de renovación, sin importar cuán doloroso fuere. Una cosa era segura: no iba a dejar de alcanzar su vuelo de renovación.
Muchos han colocado en las manos de terceros el poder de decidir el rumbo de sus vidas.
Haga de manera diferente. Colóquese metas, luche y arriésguese.
No espere que avance el tren de adelante, de lo contrario usted solo llegará adonde el tren es capaz de llevarlo: a la próxima estación.