Siempre afirmamos que la fe y la obediencia caminan juntas. Volvamos ahora al tema para recordar que esa obediencia, por fe, requiere sacrificio, justamente lo opuesto de lo que andan diciendo algunos predicadores confusos: “Usted no necesita hacer más sacrificio, está en la Gracia, quien hace sacrificio está en la Ley. La Ley exige sacrificio, la Gracia no exige nada. En la Gracia usted no necesita orar, no necesita ayunar, ni participar de la Santa Cena o de la comunión, en fin, usted puede vivir como quiera, en la Gracia es libre”. Esa gracia sin Gracia ha confundido el pensamiento de muchas personas.
El hecho es que tenemos que observar las enseñanzas de la Biblia, amigo lector, tenemos que leer la Biblia y buscar entender las palabras de Jesús para llegar a una conclusión verdadera que beneficie a nuestro corazón.
Cuando se dice que, en nuestros días, no es más necesario que haya sacrificio, porque usted está en la Gracia, todo eso es diabólico y solo tiene un único objetivo: impedir que usted desarrolle la fe, pues, cuando una persona está viviendo la fe en el Señor Jesús, tiene que estar dispuesta a sacrificar.
“Pero, obispo Macedo, ¿el sacrificio no se hacía en el Antiguo Testamento?” Sí. “¿Después de que Jesús murió y resucitó, hubo más sacrificios? No. No hubo y no hay más necesidad de sacrificios de animales porque fueron abolidos por el sacrificio del Señor Jesús. Mientras que usted viva su fe cristiana, hay que hacer otro tipo de sacrificio: dar su vida constantemente en el Altar, que significa lugar de sacrificio. Más precisamente sugiere altar para el sacrificio, eso quiere decir que colocar su vida en el Altar significa ofrecerla en sacrificio.
No es que usted va a “matar” su cuerpo. ¡Definitivamente, no! La vida de fe requiere un sacrificio natural, sobrenatural y constante. Jesús dijo: “…Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16:24-26.
Le pregunto a usted, amigo lector, a usted que se convirtió y entregó su vida a Jesús, ¿cuántas veces al día usted se ha negado a sí mismo por causa de su fe? ¿Eso no es sacrificio? A fin de cuentas es toda su vida la que está en juego y usted no va a permitir que nada se interponga entre usted y Dios.
Me acuerdo que siendo joven me entregué al Señor Jesús, tuve que “sacrificar” mi cuerpo hasta casarme, pues opté por una vida limpia, pura, inmaculada. Mi espíritu no aceptaba más la vida que tenía antes de convertirme.
Tuve que optar, renunciar a mi carne. ¿Por qué? Porque quería mantener mi fe en el Dios vivo, y mi vida limpia. Si yo me hubiera prostituido, mi conciencia me hubiera acusado naturalmente, y mi fe se habría puesto en riesgo a causa de mi pecado. Tuve que renunciar a mi carne para vivir una fe sobrenatural, porque no quería que nada obstruyera mi relación con Dios. ¿Eso no es un sacrificio?
¿Cuántos fueron los adictos que tuvieron que luchar, renunciar al deseo de usar drogas después de haberse convertido? ¿Y los que vivían en la prostitución y tuvieron que renunciar al placer de la carne para seguir al Señor Jesús? ¿Cuántos alcohólicos dejaron el vicio de la bebida, otros renunciaron al cigarrillo y dejaron los placeres que satisfacían su carne para seguir al Señor Jesús?
La fe sobrenatural exige sacrificios naturales. Por lo tanto es una gran mentira del diablo, la doctrina diabólica que dice que “una vez salvo, salvo para siempre”, o que existe la predestinación. Yo hablo de esto con toda la autoridad y con toda la unción que Dios me dio. Sí, mi amigo lector, el sacrificio de animales fue abolido. Pero el sacrificio continuo de su vida en el Altar es exigido para que su fe en el Señor Jesús se mantenga viva y sea el soporte de su vida eterna.
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