En la capital de San Pablo, el 10 de mayo, a las 23 hs, con 15ª C. Normalmente, cuando la temperatura desciende, la mayoría prefiere estar en casa calentito. Sin embargo, para las 70 mil personas presentes en el Pabellón Anhembi, más importante que calentar el cuerpo físico fue dejar que el alma hierva con la fe pura que viene de Dios durante la 2” Caravana del Rescate, reunión con el objetivo de traer de regreso a los brazos del Padre a quienes un día se apartaron. La Concentración también fue transmitida en vivo para las ciudades más alejadas de la capital.
Ministrada por el obispo Edir Macedo y por el obispo Sergio Correa, responsable de los obreros en todo el mundo, el encuentro proporcionó renovación espiritual a los voluntarios y miembros que se esforzaron durante semanas para invitar a las ovejas perdidas y también marcó un nuevo comienzo para quienes decidieron regresar a la verdadera vida en Dios.
Ni dos horas de viaje de la ciudad de Salto desanimaron a la pareja de exobreros Alessandra Amâncio Aliaga, de 24 años, vendedora, y Leonardo Henrique Alves, de 23 años, seguridad. Después de 5 años apartados de la presencia de Dios, recibieron la invitación para participar de la Caravana y decidieron que sus vidas tomaran un rumbo diferente. “Yo salí porque dejé que la duda que decía que no era bautizado con el Espíritu Santo entrara en mi corazón. Terminé envolviéndome con las drogas, me volví adicto a la cocaína, solo sufrí desde que me aparté. Pero, hoy estoy aquí porque veo esa reunión como una gran oportunidad, sino la última. Esta vez quiero tener lo que nunca tuve: un encuentro con Dios”, comenta Leonardo.
Desde que obispos y pastores de la Iglesia Universal anunciaron acerca de la Caravana del Rescate en el Pabellón Anhembi, los obreros y los miembros se esforzaron al máximo para ir al encuentro de los apartados, como, por ejemplo Silvia Gonzaga dos Santos, de 63 años, que pensó en rescatar a la operadora de Telemarketing Deise Ramalho, de 40 años. En silla de ruedas, la movilidad de Deise no es nada sencilla, razón por la cual se sentía incomoda al salir de casa. Sin embargo, al encontrarse con el cariño y la preocupación de la miembro de la Iglesia Universal, ella superó los sentimientos y llegó a Anhembi decidida a regresar a Dios de una vez por todas. “Hace 6 meses que estaba apartada, hasta que Silvia fue a mi casa a invitarme. Yo me sentí querida e importante, diferente de otros lugares en que notaba cierto preconcepto por mi condición. Estoy aquí porque quiero una restauración total, estoy cansada de ver todo saliendo mal en mi vida”, dice Deise desahogándose.
Para unir fuerzas, los rescatistas brasileños, obispos y pastores responsables de los obreros de 10 países fueron invitados a participar del evento, con el objetivo de absorber el espíritu de la Iglesia Universal en Brasil y llevar a los voluntarios de lejos. “Es la primera vez que vengo a Brasil y estoy sorprendido con la gran cantidad de personas presentes, es algo muy fuerte. Quiero aprovechar cada momento de esa reunión para aprender y colocarlo en práctica en mi país, bendiciendo también a los obreros de allá”, dijo el pastor Vitor Aponte, responsable de los obreros en Colombia.
Hace poco más de un año, Kátia Ingrid Rocha Aquino, de 26 años, llegó al lado de su esposo, Auresino Pereira Braga Júnior, a la primera Caravana del Rescate cabizbaja y abatida pensando que matar a su marido, a su hijo y matarse después sería la solución para todos los problemas que estaba enfrentando. Después de ser renovada y haber tenido un encuentro con Dios, su semblante en la madrugada de este viernes era de alegría y satisfacción por la oportunidad que tuvo no solo de regresar a la iglesia, sino también de volver al cuerpo de obreros. “Allá en el Sambódromo, la lluvia y el frío que hacía hace un año me dejaban mi cuerpo frío, pero mi alma estaba calentándose. Yo determiné que la próxima Caravana volvería en otra situación y Dios me honró. El 20 de enero mi esposo y yo fuimos levantados a obrero nuevamente. Ahora todo era diferente, no tengo palabras para expresar la alegría que sentimos por tener esa oportunidad”, conmemora deseando algo mayor: hacer la obra de Dios en el altar.
El obispo Edir Macedo, líder mundial de la Iglesia Universal del Reino de Dios, subió al altar después del comienzo de la reunión. Y luego comenzó a hablar con la multitud de personas presentes, de todas las edades y clases sociales. “No importa lo que usted hizo hasta ahora. Aunque esté con los brazos atados, verá lo que el Espíritu Santo hará en su vida. Aquí hay personas con toda clase de pecados, de errores, de necesidades. No importa. Lo que importa es que vinieron porque aceptaron la invitación de Dios. El Señor Jesús dijo que todo el que quiera venir a El no será rechazado.”
El obispo oró, incluso pidiendo que los trabajadores al servicio del evento fueran tocados por Dios, recibieran algo de Él. Apartados o no, fieles o aún no, las palabras que el obispo transmitió en nombre del Señor Jesús fueron para todos. “Usted no vino para escuchar meras palabras. No vino para escuchar historias u oraciones. Vino para cambiar su vida.”
“Usted no verá al Espíritu Santo, al igual que yo mismo no lo veo. Pero, así como el aire es vital, también el Espíritu ocupa todo el mundo. Él ocupa este lugar. Todo. Donde sea que usted esté”, continuó el obispo.
Inmediatamente, el obispo llamó al altar a quienes se sentían oprimidos por los espíritus malignos. Los obreros llevaron a decenas de personas en estas situaciones, el altar quedó pequeño, eran cientos los individuos que manifestaron con espíritus malignos. Las fuerzas malignas fueron expulsadas por el clamor de los miembros y la oración fuerte del obispo Macedo y del obispo Sergio. Todos los oprimidos fueron liberados por el Espíritu Santo, por el poder de Jesús, y la vigilia continuó en paz. “Mi paz os dejo”, dijo el obispo Macedo. “Fue eso lo que Jesús nos dijo a todos nosotros. Y con la paz viene la alegría. Recíbala ahí, adonde usted está.”
“Cada uno vino aquí deseando la presencia de Dios en su vida, la oportunidad que esa madrugada representa. Así como el hijo pródigo recibió esa sonrisa de su padre, quien está y regresa a Dios aquí hoy la recibe de Él”, retomó el obispo Sergio. “Que cada uno reciba Tu felicidad, Señor, por verlos de regreso en Tu casa.”
Luego el obispo Sergio llamó a cinco de los obispos de varios estados y países que estaban en el altar. Les dio un pedazo de carbón y les pidió que se lo pasaran los unos a los otros, como si fuera una pelota. “¿Notan que, con cada pase, el carbón se destruye un poco? Eso es lo que sucede con usted. Usted, cuando se aparta de la iglesia, pasa de hombre en hombre, prostituyéndose. De mujer en mujer. De demonio en demonio. Y va perdiendo cada vez más. Así hace el diablo.”
Luego, llevó delante del altar con una pinza, una brasa. “No, eso aquí no es un carbón en brasa. Esto era usted cuando estaba en el fuego de Dios. Era usted, ayer, cuando era un obrero en la fe, en el altar.
En tono de broma, a los mismos pastores y obispos que tomaron el carbón, les pidió que tomaran la brasa con las manos. Obviamente, nadie lo hizo. “¿Se acuerda cuando usted estaba en el fuego y el viento del Espíritu Santo soplaba y usted se encendía aún más? ¿Recuerda cuando el diablo no lograba tocarlo, cuándo Satanás no podía ni siquiera mirarlo a usted? Pues entonces: ¡regrese!”
El obispo Sergio usó una entrada del diccionario. “¿Sabe lo que significa la palabra perverso? Está en el diccionario Aurelio: alguien que se apartó de algo considerado muy bueno y correcto. Existe algo más correcto que la Biblia?
El Señor Jesús no vino para ver la muerte de los perversos. ¿Sabe por qué? El perverso no irá a Sus brazos cuando muera, sino al infierno.” Citó ejemplos reales de exobreros que murieron sin usar su derecho a la eternidad con Dios, pues fueron llamados para ser rescatados, pero rechazaron la invitación, y perdieron su vida al poco tiempo. “¿Sabía que la misericordia de Dios tiene fecha de vencimiento? Usted vence cuando cierra los ojos, cuando muere. Ahí no tiene otra alternativa. La hora de aceptarlo es ahora, pues, ¿usted sabe cuando morirá?
Llamó al altar a un visitante, Francisco, un hombre de 51 años que vive en la calle. No era así cuando vestía un prolijo uniforme de obrero. Francisco describió su situación. Adicto al alcohol, vivía en la calle con su familia. Sin casa, sin empleo. Le pusieron un uniforme elegante y lo llevaron al altar para que las 70 mil personas presentes lo vieran. “Uniforme por uniforme, Francisco está bien vestido. Solo que, como muchos obreros, él no tiene nada que ver con la fe. ¡Absolutamente nada! No se preocupe, por lo tanto, con el uniforme. Preocúpese con haber venido aquí para un verdadero encuentro con Dios.”
“Quiero decirles dos cosas, una buena y una mala”, continuó el obispo Sergio. “La mala es que, si ustedes no se convierten, perderán la gran oportunidad de esta vigilia. La buena es que no importa lo que usted hizo. No importa si fue un bandido, una prostituta, un pedófilo o cualquier otra cosa mala. Usted desistió de Jesús, pero Él nunca desistió de usted.”
Siguió el momento más importante de la madrugada, según explicó el obispo. “Muéstrele ahora a Jesús que usted quiere una oportunidad. Aquí y ahora es suya.”
Con certeza, la presencia de miles de nuevos, antiguos y renovados fieles en el colosal Pabellón de Anhembi no fue en vano.