Parece extraño, pero muchas veces es necesario “tragar algunos sapos” para que su fe no se manche. Lea los consejos para perfeccionar esta virtud en su vida.
1 – Valore al otro: La persona mansa sabe reconocer al otro y valorarlo. Ella se despoja de su ego y de su “porción de superioridad”, para realzar lo que su prójimo tiene de bueno;
2 – Sométase: en el mundo que vivimos, hablar de sumisión es prácticamente inadmisible. Ser sumiso a Dios, entonces, es querer ser tachado de fanático o alienado. Sin embargo, cuando nos sometemos a Dios, mostramos nuestro respeto hacia Él, nuestra obediencia y nuestra honra hacia Aquel a quien decimos amar y adorar. La sumisión tiene que ver con la obediencia y la fe, y una no puede estar disociada a la otra.
3 – Aprenda y pase por alto: Cuando tenemos un espíritu manso, no tenemos dificultades para ignorar muchos de los enojos que nos causan. La persona mansa tiene más facilidad para pensar primero y resolver el problema después que aquella que quiere resolver todo en el calor de la emoción.
4 – Cele su fe: Tener celo quiere decir cuidar. En ese caso, cuidar su conducta frente a Dios y a las personas que lo rodean, muestra la importancia que usted le da a su fe. No sirve de nada decir que somos fervorosos en nuestra fe, si somos groseros o agresivos y nuestras actitudes no demuestran mansedumbre a través de actos moderados. Muchas veces, es necesario “tragar sapos” enormes, para que nuestra fe no sea manchada por acciones que nos perjudicarán delante de Dios, como ser ofensas y resentimientos.