Hoy en día es frecuente ver a chicas jóvenes que quieren parecerse a aquellas que son más populares. Desean vestirse igual, tener las mismas amigas e incluso hablar de la misma manera. Algunas llegan al colmo de ser groseras y, generalmente, los padres son los primeros en sufrir con este tipo de comportamiento, hasta que crecen, maduran y asumen su verdadera identidad. Entonces empiezan a vestirse de la forma que les gusta y hacen amistades con personas con las que sienten afinidad.
Un bonito día, tienen un encuentro con Dios y todo empieza a cambiar. Todo lo que desean es agradarle y servirle. Algunas, prácticamente viven en la iglesia, siempre activas en los grupos y demás actividades. No pasan mucho tiempo con la familia. Sin embargo, las cosas comienzan a cambiar y, una vez más, comienzan a mirar de nuevo y a comportarse exactamente como las otras mujeres. Miran hacia las obreras y la esposa del pastor e, inmediatamente, deciden que es el momento de volver a los viejos tiempos: Es hora de parecerse a alguien. Y, de este modo, surgen las actrices de Dios. Me pregunto: ¿Por qué intentar ser alguien que no se es? ¿Por qué ser igual que todo el mundo? De repente, pierden la personalidad y se vuelven personas totalmente diferentes. Algunas llegan a pensar que sólo están madurando, pero yo te digo: No están siendo ellas mismas.
Cuando te vuelves una verdadera cristiana, dejas de sentir, pensar y hacer aquello que está mal. ¡Sólo eso! No cambias de personalidad; al contrario, tu personalidad florece. ¡Te vuelves más tú misma! Tu mente empieza a entender las cosas que realmente importan, y madura con el paso del tiempo. El proceso es semejante al de un diamante: Cuando se encuentra en la naturaleza, tiene una apariencia bruta, fea, incluso parece una piedra común; sin embargo, cuando es limpiado y tallado, se convierte en lo que llaman “el mejor amigo de una mujer”. Bonito, brillante, resplandeciente — una joya única. Eso es exactamente lo que Dios hace con nosotras. Antes de tener un encuentro con Él, estamos confusas, no sabemos exactamente hacia donde ir o qué hacer con nuestra vida. Estamos como las demás personas que nos rodean, completamente perdidas e incapaces de asumir el control de nuestra propia vida. Nos sentimos como si estuviésemos en un juego, cuyas regías no conocemos — ¡y siempre perdemos!
Solamente, en el día de nuestro nuevo nacimiento es cuando comenzamos a ver las cosas de forma diferente. Somos purificadas y moldeadas de manera que perdemos el interés por las cosas malas que hacíamos en el pasado. Nos volvemos bellas de dentro hacia fuera, diferentes de todas las mujeres del mundo, ¡santas y únicas! Seamos nosotras mismas — diferentes, únicas y especiales a nuestra manera. No sigamos a la multitud, intentando ser como Fulana o Beltrana, y sí seamos lo mejor que podemos ser. Ya seas bajita y gordita o tengas un cuerpo de modelo — siéntete orgullosa. ¿Sabes por qué? Porque tu Señor te escogió exactamente así ¿Vale? ¿Eso no significa nada para ti?