Es muy importante agradecer a Dios por nuestra vida, pues el Señor Jesús pagó un alto precio para conquistarla. Infelizmente, muchas mujeres llegan a Jesús prácticamente arrastrándose y, después de ser limpiadas, alimentadas, teniendo con qué vestirse y habiendo sido bendecidas con una vida mejor, rápidamente se olvidan de dónde vinieron y comienzan a reclamar diciendo que la vida no está como esperaban que estuviese. Y es, exactamente por eso, por lo que las bendiciones que fueron prometidas por Dios no se hacen realidad en sus vidas. Lo cierto es que Dios quiere continuar derramando Sus bendiciones sobre nosotras, pero ¿cómo puede hacerlo si estamos siempre reclamando, perdiendo las esperanzas, dudando y queriendo desistir? Es muy fácil olvidarse de las cosas que conquistamos hasta ahora, aún así, jamás nos olvidamos de las cosas que queremos conquistar.
La mujer que no está agradecida por las bendiciones que recibe, con total seguridad tendrá dificultades para poder ver más bendiciones viniendo a su encuentro. ¿Por qué no estar agradecida con el amor que conquistaste al encontrar al Señor Jesús? ¿Consigues acordarte de alguien que te haya amado tanto como Él? ¿Por qué no estar agradecida por la paz que sientes cuando pones la cabeza en la almohada? ¿O tal vez ya te olvidaste de aquellas noches en vela? ¿Alguna vez te has sentido tan feliz y radiante como cuando estás en la presencia de Dios? ¿O ya estuviste tan segura de a dónde ir como lo estás ahora? Simplemente, mira a tu alrededor, observa cuántas cosas cambiaron en tu vida y agradece por esos cambios, pues ¡no habrían ocurrido si no hubieses conocido al Señor Jesús!
Cada vez que te sientes desanimada por algo que viste o escuchaste, acuérdate de que Dios está a tu lado. Él sabe todo lo que ocurre en tu vida y quiere cuidarte. ¡Solamente sé grata con Él y no te desanimes nunca! Una de las enseñanzas más preciosas que recibí de mi padre fue que mi fe es la cosa más importante que tengo y que nunca debo permitir que nada, ni nadie, me la quite. Sé que existen situaciones en la vida que nos dejan confusas y hasta débiles en la fe, pero ¿sabes una cosa? ¡En esos momentos es cuando Dios está más cerca de nosotras! Lo mejor que puedes hacer cuando te sientes así es orar, desahogarte delante de Dios y, después, irte a la cama, dejando así que el día se acabe antes.
Sé grata por tu marido, pues muchas mujeres darían todo para tener a alguien a su lado en este exacto momento. Sé grata por tu hijo, pues en breve crecerá, saldrá de debajo de tus alas y te “morirás de nostalgia”. Sé grata por tu familia, pueden estar llenos de defectos, pero te aman. Sé grata por tu trabajo y sé útil en todo lo que hagas y, más adelante, estarán agradecidos por tenerte cerca. Sé grata por tu hogar, pues él es tu descanso en este mundo tan hostil. Sé grata por tu vida, pues fue comprada por un precio muy alto — ¡la vida de nuestro Señor Jesús!