Cuando Moisés conducía a los hebreos rumbo a la Tierra Prometida, no entró directamente atravesando los límites de Canaán y el río Jordán, con todos. Primero envió a doce hombres, uno de cada tribu de Israel, para el reconocimiento de la zona y de lo que estaban por enfrentar. Los Meraglim, espías de Moisés, fueron un símbolo de perseverancia usado hasta hoy por los judíos.
“Y el Señor habló a Moisés, diciendo:
Envía tú hombres que reconozcan la tierra de Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel; de cada tribu de sus padres enviaréis un varón, cada uno príncipe entre ellos.” Números 13:1-2
Desde el punto de vista de Moisés, la misión era aparentemente simple: los hombres recorrerían la tierra, como en un paseo, y volverían 40 días después, entusiasmados y contagiando al resto del pueblo con la descripción de las maravillas naturales y riquezas que encontrarían.
Sin embargo, no todos los espías de esta historia son símbolo de éxito. Como nos relata el libro de Números, de los doce, diez volvieron retratando Canaán como una tierra de obstáculos intraspasables:
“Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura.
También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.” Números 13:32-33
Entre los espías, dos regresaron exaltando las bellezas y virtudes de la tierra y afirmando que, aunque los canaanitas parecieran realmente poderosos y bien protegidos por su fortaleza, los hebreos iban a vencer, pues aquel terreno fue prometido por el propio Dios, era su derecho.
Los espías llegaron con apetitosos racimos de uvas y otros vistosos frutos, como prueba material.
“Y llegaron hasta el arroyo de Escol, y de allí cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual trajeron dos en un palo, y de las granadas y de los higos.” Números 13:23
Eran los dos valientes, Josué y Caleb, a los que el pueblo, amedrentado, quiso apedrear, diciendo que era mejor volver al cautiverio en Egipto.
La falta de fe provocó la ira de Dios, Quien perdonó a la mayoría del pueblo por un pedido de Moisés. Aún así, el Señor no permitió que los que maldecían la Tierra Prometida entraran en ésta, y perecieron en el desierto – incluyendo a los diez espías de visión derrotista. Los seguidores de fe débil fueron condenados a vagar por el desierto durante 40 años, solo la generación siguiente permanecería más allá del Jordán. Caleb y Josué, por su coraje y fe, estaban entre los que recibieron la honra de entrar en Canaán y luchar por su posesión en contra de los nativos.
Como le corresponde a enviados de un reconocimiento, Caleb y Josué analizaron los puntos débiles de los territorios y pueblos que visitaron; datos preciosos para las conquistas subsiguientes, además, los usaron con inteligencia.
Por eso, hasta los días de hoy, la figura de los dos Meraglim, temerosos a Dios y confiados en Él, cargando en un palo un gran racimo de uvas, es utilizado como símbolo de la confianza en Dios y de que, por mayores que sean las dificultades, las recompensas para los que creen en Él, están garantizadas.
De la misma manera, los Meraglim pueden considerarse los primeros “turistas” en la tierra que se convertiría, más tarde, en Israel. ¿Qué otra cosa hace un turista sino conocer un lugar, explorar y apreciar sus bellezas y posibilidades, probar su comida, conocer a sus habitantes (aunque, en ese caso, el objetivo fuera la posesión)? Por eso, el logotipo del Ministerio de Turismo de Israel son los Meraglim estilizados cargando un gran racimo de uvas (ilustración naranja y blanca).
Es un símbolo de los que se aventuran a conocer un nuevo lugar, explorar una nueva cultura – hoy pacíficamente -, pero también de los que creen en el cumplimiento de una promesa Divina, como Israel que está allá, presente, como testimonio.