Bien o mal. Esas son las dos formas que existen de educar a un hijo. Es decir, los hijos terminan por ser el producto, no solo de nuestros ejemplos, sino especialmente, de nuestras elecciones.
En cada paso que damos, existe una doble responsabilidad cuando tenemos un hijo, aunque no lo veamos, él está observando todo lo que hacemos. De hecho pesa mucho más lo que hacemos que lo que decimos, ya que los niños aprenden por “imitación”.
Preste atención a todas sus actitudes recientes o pasadas y revise si las mismas se condicen con una buena o mala educación siguiendo nuestros consejos. Por medio de esta resumida guía, testee si le ha dado una buena o una mala educación a su hijo.
Usted educa a su hijo negativamente cuando:
1. No se preocupa por su futuro y deja que haga todo lo que se le ocurre, aun sabiendo que satisfaciéndolo podrá comprometer su carácter;
2. No le da buenos ejemplos, pero le exige una buena conducta;
3. No le enseña a ser responsable;
4. No le exige que rinda en la escuela;
5. No conoce a sus amigos;
6. No conversa con él.
Usted educa a su hijo positivamente cuando:
1. Le da la atención debida a la formación de su carácter;
2. Le da buenos ejemplos y le exige lo mismo, pero con moderación;
3. Le da responsabilidades que lo harán madurar;
4. Acompaña su desarrollo escolar
5. Conoce a sus amigos y a los padres;
6. Mantiene un diálogo diario con él
Fuera de estos seis puntos claves existen dos actitudes esenciales: educar de manera natural y espiritual. Cuando se cria a un hijo de manera natural, aunque se haya “educado de forma positiva”, no hay ninguna garantía de que la educación que le fue dada prevalezca sobre las influencias externas. Mientras que cuando se educa de forma espiritual, además de prepararlo para ser un ciudadano digno, aprenderá a vivir por la fe.
“Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” (Proverbios 22.6)