Muchas veces no tenemos conciencia de que la palabra es un maravilloso instrumento de comunicación ni de que posee poder creador. Construye mundos y amistades. A través de esta, bendecimos a las personas. Sin embargo, la Biblia muestra que la palabra puede ser usada de una manera equivocada, cuando estamos bajo el control de las emociones.
El mundo en el que vivimos pasa por una serie de transformaciones que terminan por cambiar también a las personas. La velocidad de la vida, las preocupaciones, las cuentas a pagar, las enfermedades, la muerte de seres queridos. Lamentablemente, son momentos que todos están destinados a pasar y que lleva a muchos a perder el control.
Es común que en esas situaciones, las personas actúen de una manera emocional, diciendo lo que no deben. La palabra puede maldecir al otro, pero también puede causarnos un mal a nosotros mismos y también a los que están a nuestro alrededor, por ejemplo, a nuestros familiares.“En las muchas palabras no falta pecado; el que refrena sus labios es prudente.” Proverbios 10:19
Controlar las palabras es la acción correcta. No las banalice. No es por el mucho hablar que se resuelven los problemas. Valore lo mejor de las personas. Es necesario decir palabras edificantes, constructivas y positivas. En ese acto está la sabia actitud de controlar el lado emocional. Es también el uso de la fe inteligente. “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.” Proverbios 18:21
Sabiduría
Debemos usar lo que decimos con sabiduría, ya que así podemos ser fuente de bendiciones. La Palabra de Dios nos dice que vigilemos y oremos, reservando, de forma inteligente, tiempo y espacio, en nuestras vidas, para reflexionar sobre lo que es correcto y lo que es incorrecto.
No es casualidad que la Universal realice, a partir del día 23 de septiembre, “El Ayuno de Daniel”. El propósito tiene el objetivo de apartar a las personas del entretenimiento, de la televisión, de la internet, de los juegos, de la música, del cine, de las películas, de las novelas y de cualquier otro tipo de contenido que no se refiriera a Dios, durante 21 días.
Ahondar en la relación con Dios es algo práctico, algo que requiere acciones diarias para buscar la felicidad. Controle sus emociones y estreche su vínculo con Él.
Participe del “Ayuno de Daniel”.
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