En la actualidad, existe un gran fallo en nosotras, mujeres cristianas. Vivimos cada día como si el mañana no existiese, buscando nuestros propios intereses e intentando tener una vida mejor, a pesar de todo lo que las promesas de Dios pueden darnos. Luchamos y nos esforzamos para tener una vida mejor, un marido, una familia, un negocio, una curación… Aun así, nos olvidamos de cuidar la única parte de nuestra vida que dura para siempre: la vida espiritual.
No es un error luchar por las bendiciones, a fin de cuentas, el Señor Jesús nos dio el derecho de estar sanas, felices y realizadas; sin embargo, éstas no deben ser las prioridades de alguien que sabe discernir entre las cosas eternas y las que son temporales. ¿De qué le sirve a una mujer encontrar finalmente un marido si no tiene la fuerza interior necesaria para establecer la base de su matrimonio? ¿De qué le sirve a una persona ser curada y, aún así, espiritualmente estar sufriendo? ¿De qué le sirve al marido volver a casa si encontrará a la misma mujer que soportó durante diez años? ¿Cómo un familiar querrá conocer al Señor Jesús si la única Persona que podría servirle como ejemplo vive totalmente vacía?
Nuestra vida espiritual determina todo en nuestra vida. Si soy nacida de Dios, venceré en todo lo que haga; pero, si no soy nacida de Dios lucharé para conquistar y nunca estaré satisfecha, porque no tengo aquello que necesito para mantener todas la bendiciones que logro: a Dios dentro de mí. Hay personas que oyen hablar sobre el nuevo nacimiento continuamente, pero debido a que no lo convierten en una prioridad en su vida, no lo tienen.
La mujer sabia sabe cómo priorizar las cosas en su vida, es decir, sabe organizar sus tareas de acuerdo a su importancia o urgencia. ¿Cuál es la cosa más importante que una mujer puede tener? ¿No es su propia vida? Entonces, ésta debe ser su prioridad — antes incluso que su matrimonio, los hijos, el trabajo, la familia y su salud. No tiene sentido establecer metas si no tiene fuerza interior, es decir, vida espiritual. Los maridos a veces se decepcionan, los hijos se van, los trabajos se pierden, el dinero se gasta, la salud está siempre corriendo riesgos y los sueños siempre existirán; pero nuestro espíritu vivirá eternamente, ya sea en paz o en tormento. ¿No debería ser ése el futuro que deberíamos cuidar?
El mundo nos deja ciegas ante la realidad de la vida. Ofrece entretenimientos y placeres más allá de nuestras necesidades, y nosotras nos sentimos incluso sofocadas por sus fuertes y atrayentes colores. ¡Es todo una ilusión! Todas las películas que ves, toda la música que oyes, todos los artistas a los que aplaudes, por detrás de las cámaras y del gran maquillaje hay una alma que está perdida, un espíritu vacío, completamente ignorante respecto al verdadero sentido de la vida ¿Qué prefieres?, ¿tener éxito durante algunos años en tu vida o tener una vida realizada y feliz durante toda la eternidad? ¡Tú decides!
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