Retrocediendo en el tiempo, cuando Abraham recibió la promesa de Dios de que tendría un hijo y que sería el padre de una gran nación, Sara, su mujer, tuvo la esperanza de que esa promesa se convirtiese en realidad en un futuro muy próximo. Sin embargo, como el tiempo fue pasando y su cuerpo iba envejeciendo y ella no veía los cambios físicos que normalmente suceden en las mujeres embarazadas, Sara comenzó a buscar los medíos para que la promesa de Dios se cumpliese. Llegó a la conclusión de que la “única manera” de que la promesa se cumpliera era que Agar, su sierva más fiel, se embarazara en su lugar. Todo eso tenía sentido para Sara, quien probablemente se preguntó a sí misma por qué no había pensado en eso antes. Entonces, instigó a Abraham para que durmiera con su sierva y eso fue exactamente lo que él hizo.
No pasó mucho tiempo para que Sara se diera cuenta del gran error que había cometido. Agar, que era tan amable y humilde, ahora se vanagloriaba de todo lo que estaba pasando, despreciando a Sara y considerándola como la “otra” mujer, la mujer infructífera de Abraham. Ante tanta humillación y decepción, Sara decidió ser severa con aquella a quien había escogido para ser la madre de “su hijo”, provocando que Agar huyera enojada. Más tarde, la sierva volvió y tuvo a su hijo, lsmael, nacido de Abraham. Pero puede imaginarse el clima reinante entre esas dos mujeres después de eso. lsmael, probablemente creció influenciado por su madre para evitar a Sara, lo que consecuentemente, echó todos los planes de Sara a perder.
De la misma manera que Sara, muchas mujeres hoy en día conocen las promesas de Dios para su vida y, aun así, no logran dejar de usar sus emociones debido a una cosa llamada “tiempo”. Su fe se guía por la esperanza de que exista una manera de conseguir la promesa sin que sea necesario confiar en Dios. Comienzan a usar su corazón en vez de la fe inteligente. La fe inteligente dice que Dios tiene el control de todo y que, por eso, cumplirá Su promesa, pues Él no es hombre para que prometa y no cumpla. ¡Él es Dios!
Sara no solamente generó un problema, sino que además llevó a su marido a serle infiel por primera vez, ¡y eso fue lo peor de todo! Abraham había sido el único entre tantos hombres en la faz de la Tierra, que no había tomado otra esposa, razón por la que fue tan especial para Dios: si podía ser fiel a una mujer estéril, probablemente sería fiel a Dios. Si Sara solamente hubiese pensado lo que estaba haciendo. ¿Cómo podría Dios cumplir una promesa causando confusión en la vida de los implicados? ¿Por qué Dios haría que Abraham pecara para cumplir su promesa? ¿Por qué Dios levantaría una gran nación a través de Abraham por medio de una sierva? No tiene sentido. Cuando las mujeres no usan la fe inteligente, ¡hacen que las cosas realmente no tengan sentido! Y cuando el corazón quiere alguna cosa, harán de todo para conseguirlo. “Olvida a Dios y a Sus promesas, el tiempo es muy valioso para esperar y confiar…” — piensan ellas. Y, como si estuviesen haciendo todo correctamente desde el principio, comienzan a reclamarle a Dios diciendo que Él no hace nada de manera correcta. Sara le reclamaba a Abraham debido a las actitudes y a la manera como Agar la trataba; era como si la culpa fuera de cualquiera, menos suya. Esta es la historia de una mujer que tuvo que aprender una dura lección sobre la diferencia entre la fe del corazón y la del espíritu.