“¿Viste cómo me miró? ¡Nunca más voy a hablar con ella! Puedo buscar a Dios en casa, a fin de cuentas Él está en todos los lugares.” Sin notarlo, muchas personas desperdician uno de los bienes más preciosos: la fe. Pequeñitas cosas aquí y allí son suficientes para comprometerla, haciendo que una persona parezca una ostra vacía – bonita, pero inútil. Tanto potencial y un futuro brillante por delante, pero simplemente no soporta ciertas cositas, como si estas marcaran una gran diferencia en su vida.
¿Por qué somos tan tontas? Creo que es porque no notamos cuán importante es nuestra fe. Pensamos que pequeñas cosas no pueden destruirnos pero, en realidad, se esparcen rápidamente en nuestro corazón, causando un cáncer espiritual difícil de ser detectado. Las personas que son afectadas por esa enfermedad no pueden ser curadas – no porque no exista cura para eso, sino porque no notan que tienen un problema. Para ellas, el problema está en las otras personas y ellas son las “pobres víctimas”.
La fe es el bien más importante que una persona puede tener. Sin ella, estamos destinadas a la ruina, no importa cuán ricas seamos. La fe es el único camino para llegar a Dios; por eso, dale valor a tu fe. No la desprecies debido a algo que alguien hizo o dijo. Nadie merece algo de Dios y, si no fuese por la fe que Él nos dio, estaríamos muertas espiritualmente. Guardar nuestra fe es la actitud más sabia que podemos tomar. No te dejes contaminar por chusmeríos, malos ojos, malos entendidos, conversaciones maliciosas, dudas y tantos otros enemigos de la fe. Es inútil frecuentar una iglesia y vivir una “vida cristiana” si esta fe no está en tu corazón. Algunos miembros ya la perdieron hace mucho tiempo y es por eso que la vida de ellos muestra algo totalmente contrario a lo que Dios prometió en Su Palabra. ¿Dónde está tu fe ahora? ¿Cómo la has sustentado? No seas tonta de pensar que esos “pecaditos” cometidos aquí y allí pueden no ser importantes… ¿O no sabes que son las pequeñas zorras las que destruyen la viña? Lee Cantares 2:15
Piensa en esto. ¿Realmente vale la pena enojarse o amargarse a causa de la manera como alguien te miró, o de la manera como te habló? Una persona solo puede considerarse espiritualmente madura si no mira los errores de los demás, a fin de que su fe no se contamine. Una vez, alguien preguntó: “¿Por qué no veo las promesas de Dios en mi vida?” A pesar de ser una pregunta muy personal, la respuesta ciertamente tiene que ver con el tipo de fe que la persona ha vivido. Existe la fe cien por ciento, y existe aquella fe falsa que muchas cristianas manifiestan hoy en día. La verdadera fe es inmaculada, en otras palabras, no es manchada por ninguna circunstancia de este mundo. Es aquella que nos conduce a la victoria y, sin ella, nada tiene sentido.
Fragmento del libro “Mejor que Comprar Zapatos”, de Cristiane Cardoso
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