Si usted ya lidió con una persona prejuiciosa, sabe que no sirve de nada argumentar con ella. Ya formó una opinión propia, aunque de manera equivocada y estúpida. Al final, el prejuicio es hijo de la ignorancia.
Todos nosotros ya fuimos prejuiciosos, pues ya fuimos ignorantes. Más tarde, el conocimiento abrió nuestra mente y entonces vimos que estábamos equivocados.
Probablemente todavía somos prejuiciosos con respecto a cosas que creemos saber pero que en realidad aun no investigamos con cuidado.
Si usted se ve prejuicioso para con alguien o algo, busque conocer realmente a la persona o al tema. Infórmese. Pese los hechos. Permítase el beneficio de la duda. Oiga opiniones equilibradas de personas no prejuiciosas al respecto de lo que usted está intentando conocer mejor. Líbrese de sus opiniones preconcebidas, reúna los hechos y decida según lo que le parece más correcto u honesto. No tenga miedo de reconocer que tal vez estaba equivocado.
Si usted lidia con una persona prejuiciosa y quiere saber cómo influenciarla, mi primera sugerencia es que desista de la idea – por lo menos si ve que la persona está tan agarrada a sus prejuicios que no tiene ningún interés de oír algo diferente. Es pérdida de tiempo. Pero en la improbable chance de que ella quiera informarse mejor, entonces limítese a presentarle informaciones sobre el tema. Sin embargo, la decisión de absorber esa información será de ella. No se culpe si elije mantener el prejuicio. Existe gente que se agarra de ellos como Bruce Willis en la puerta de un carro volador en Duro de Matar.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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