La fe le ofrece protección al cerebro con respecto a la depresión y sus síntomas, aún con personas con tendencia a la enfermedad. Esa es la conclusión de un estudio realizado por la psiquiatra Myrna Weissman, profesora de la Universidad de Columbia y jefe del departamento de epidemiologia clínico-genética del Instituto Psiquiátrico del estado de New York, Estados Unidos.
En la investigación, Myrna detectó que la corteza cerebral, la parte externa del órgano, es más gruesa en las personas que practican la fe y ejercitan el lado espiritual, al revés de quienes no se interesan en eso. Esa característica genera mayor resistencia física y psicológica contra la depresión.
En una entrevista a Reuters Health, la médica contó que nuestras creencias y humores se reflejan en nuestro cerebro y que, con las nuevas técnicas de imagen, eso podemos verlo. “El cerebro es un órgano extraordinario. No solo controla, sino que también es controlado por nuestro humor”, revela. La científica muestra, de una forma simple, un gran peligro: cuando nos sujetamos a las emociones, estas son las que mandan – pero somos nosotros los que luchamos con las consecuencias. Es una prueba más de que la emoción debe ser controlada para no entorpecer nuestras vidas.
La afirmación de la médica norteamericana está en concordancia con lo que enseña el obispo Edir Macedo en su blog: “No saber separar el lado emocional del espiritual tiene un efecto desastroso en la vida cristiana. Y, como Dios es Espíritu, no se puede confundir adoración emotiva con adoración en espíritu. La adoración emotiva implica pura emoción. Las personas lloran, hacen juramentos de amor y se rinden a las pasiones de la fe sensacionalista regada de música conmovedora.”
La corteza es como una “cáscara” del cerebro, está hecho con materia gris y tiene pliegues. Ciertas zonas, son importantes centros de actividad neural para procesos como la percepción sensorial, el lenguaje y la emoción. Al empezar los estudios, Myrna y sus colaboradores detectaron que quien poseía esa parte del órgano más espesa, tenía más resistencia a la depresión. En una segunda fase, se detectó que las personas con esa calidad ejercen la fe más que las que tienen la corteza más fina.
Importante: Myrna Weissman, deja claro en su estudio, que la fe influye en el espesor de la corteza cerebral, lo que no quiere decir que tener la corteza más gruesa lleve a la persona a tener más fe. Lo espiritual influye en lo físico, no al revés.
Lo interesante es que muchos de los participantes del estudio eran hijos o nietos de personas con depresión, lo que aumenta mucho el riesgo a la enfermedad. La práctica de la fe marcó la diferencia en la protección cerebral de esos pacientes de una manera aún mayor, según la investigación.
La ciencia comprobó que la expresión “ejercitar la fe” no es solo en un sentido figurado. Fortalece el espíritu, la mente y también el cuerpo.
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