Se pasaron las fechas de fin de año. En el cambio al 2014, mucha gente hace las famosas “resoluciones de Año Nuevo”. Sueños y metas son establecidos, como empezar a frecuentar un gimnasio seriamente, estudiar más, cuidar mejor su salud, pintar la casa, economizar e invertir algún dinero, tener una relación más íntima con Dios…
Enero ya está camino al fin. Es solo el primes mes del año. Y la mayoría de los que hicieron las resoluciones para 2014 ya las abandonaron.
¿Por qué, entonces, esos intentos son hechos? ¿Y por qué ellos acostumbran a fallar?
En la década de 1980, un considerado psicólogo nortamericano, John Norcross, también interesó sobre eso y emprendió una encuesta. Concluyó que más de la mitad de sus compatriotas hicieron algún tipo de resolución de Año Nuevo. Después de 6 meses, solamente el 40% permanerieron en el propósito. Después de 2 años, el número cayó al 19%. Y aun esos que permanecieron en la persecución de sus sueños y metas, confesaron algunas lagunas en los proyectos.
¿Cuándo empezar?
Entró 2012. Invitada para un evento empresarial volcado a las ciencias sociales, Katherine Milkman, economista con enfoque en comportamiento de la Universidad de Pensilvania, oyó una pregunta durante un debate: “¿Cuándo son más frecuentes esas “sacudidas” de la vida que cambian el comportamiento de alguien, y cuán efectivas son?” En una entrevista a la revista norteamericana The New Yorker, Katherine demostró curiosidad en relación a esos “nuevos comienzos”.
De regreso a su universidad, la economista montó un equipo y comenzó a buscar dónde el tiempo se encajaba en la cuestión, dada la gran cantidad de soñadores de reveillón que tomaban una actitud en esa fecha. Los encuestadores querían saber por qué los comienzos de año, mes y semana tenían esa promesa de un “nuevo yo” en las personas, como una inyección de optimismo.
Para probar la teoría, Katherine midió en el sitio de búsquedas Google las informaciones de que la palabra “dieta”, por ejemplo, fue la más investigada en un período de 9 años. El resultado confirmó las sospechas: la demanda era siempre más fuerte en los primeros días de las semanas, meses y años, y caían gradualmente a lo largo de esos períodos. Nada menos que el 82% de las demandas ocurrían inmediatamente después de Año Nuevo.
Los científicos hicieron también un estudio con 20 mil universitarios sobre su frecuencia en gimnasios durante 1 año y medio. El pico de las presencias siempre era en enero, cayendo a lo largo de los meses siguientes. También notaron pequeños picos en los inicios de meses y semanas.
Katherine y su equipo se dieron cuenta que muchas personas se basaban exclusivamente en el optimismo, lo que no siempre funciona. Claro que el optimismo hace bien, pero requiere tener los pies sobre la tierra. Muchos de los fallaron en las resoluciones cayeron porque, al ser demasiados optimistas, subestimaron sus capacidades, no pensaron en el plazo correcto para ver los cambios o no se esforzaron los suficiente. Nadie va a doblar la masa corporal en el gimnasio en pocos meses o a hablar un nuevo idioma en 10 semanas. Un momento de entusiasmo, es cómo no pensar en las dificultades de perseguir una meta, el tiempo que eso llevará y cuán necesaria es la determinación constante.
Con objetivos más realistas, se hace más fácil conseguirlos. Y la fuerza adquirida con ellos convierte en posibles objetivos mayores en seguida. El desánimo (físico o psicológico) va a aparecer, claro, pero vale la pena luchar contra él y seguir adelante. Es la diferencia entre realmente amarse o solamente agradarse.
Además de eso, los cristianos de verdad saben de Quién viene la verdadera fuerza cuando nos debilitamos en nuestros esfuerzos meramente humanos.
No es fácil, pero es posible. Y no depende del calendario para empezar o continuar, hasta lograrlo.
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” Eclesiastés 3.1
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