Serdar Özkan lloró. Y no lloró porque se lastimó. No tenía un dolor en el cuerpo ni perdió a alguien importante de su familia. Tampoco lloró de alegría, por conquistar algo importante, por despedirse o por volver a ver a un ser querido. Lloró porque alguien sintió dolor.
Özkan juega al fútbol para el equipo turco Elazigspor, y esta semana estuvo en el campo contra el Galatasaray, de Aydin Yilmaz. En una jugada rápida por el borde de la cancha, Yilmaz le dio una patada a Özkan y quedó con el pie trabado en el suelo, todo el peso de su cuerpo cayó sobre la pierna, partiéndola.
La imagen es impactante y el video de la lesión se destacó en Internet, en notas con títulos como: “Un jugador llora después de la grave lesión del rival”, “Un jugador sufre una seria lesión y lo hace llorar al rival” u otras menos solidarias, del tipo “¿Ya pensó si se hace costumbre? Un jugador llora por el rival”.
Aunque el video sea fuerte, lo que lo hizo famoso no fue la lesión de Yilmaz, sino el llanto de Özkan.
¿Usted ya lloró por el dolor ajeno?
Muchas personas sí. Incluso, muchas realmente se preocupan por los demás.
Lejos de la indiferencia que la sociedad viene enseñando a que las personas sientan, algunos seres buenos aún son capaces de influenciarse por el dolor de ajeno. Y ese es el sentimiento que mantiene la lucha por un mundo mejor.
Colóquese en el lugar del otro
La “empatía” es una palabra derivada del griego “Empatheia”, que significa “dentro del estado de emoción”. Es con ella que logramos transportar nuestra mente hacia dentro de lo que el otro está sintiendo. Cuando Özkan vio el estado en el que la pierna de Yilmaz quedó, notó el dolor del otro, no solo físico, sino también emocional. La carrera del jugador, eso que sabe y ama hacer en la vida, podría haber terminado allí.
Cuando vemos en los diarios noticias como “Una empresaria es secuestrada”, “Un diputado es acusado de robo”, “Un asalto termina en muerte”, entre otras, no nos espantamos tanto. Entonces, ¿es más común cometer atrocidades en vez de ponerse en el lugar del otro?
En su blog, el obispo Macedo nos recuerda sobre la importancia de no dejar que tengamos el espíritu cegado: “Cuando alguien pierde la visión física, es más cruel acostumbrarse a la oscuridad. Aún peor es cuando se pierde la visión espiritual. Cuando se pierde la visión espiritual, se pierde la vida. Y los demás que componen aquella familia tienden a caer en el mismo agujero sin Luz.”
Dejar de sentir empatía también es síntoma de pérdida de visión espiritual. Aquel que puede ver con el alma, logra ver y transmitir para sí el sentimiento ajeno. Hace de eso un motivo para actuar mejor, para ayudar a quien necesita, para transformar a nuestra sociedad en un lugar mejor.
Vea el video que muestra la jugada que le partió la pierna a Yilmaz e hizo que Özkan llore: