No entiendo a las personas que se enojan con Dios. Es decir, incluso entiendo lo que las lleva a enojarse, pero no entiendo el motivo por el cual alimentan ese sentimiento.
Hey, ¡despierte! Él es el único que le puede ayudar, ¿lo olvidó?
Si yo tuviera una enfermedad incurable y existiera solo un médico en el mundo que pudiera sanarme, me gustaría ser su amigo, tratarlo bien y no enojarme con él porque estoy enfermo. ¿Por qué será que las personas no entienden eso cuando se trata de Dios?
A veces oigo a muchos diciendo: “Estoy enojado porque Dios es poderoso, por lo tanto, Él supuestamente me puede ayudar, pero no me ha ayudado.” Yo creo que estas personas deberían oírse un poco más atentamente.
Cuando dicen: “… porque Dios es poderoso…”, ¡ahí está el secreto! Pues, si el más débil necesita ayuda del más fuerte, siempre es el más fuerte quien establece los términos para ceder esa ayuda. Pero aquí vemos a los más débiles queriendo dictarle al Todopoderoso cómo debe hacer Su trabajo. Lo que creo es que ellos están enojados con el hombre equivocado.
(*) Texto retirado del blog del obispo Renato Cardoso
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