Por un lado, los padres preocupados con el futuro de sus hijos, especialmente en la fase adolescente, y asustados de que, por influencia externa o debilidad, puedan inclinarse hacia malos caminos.
Del otro, los jóvenes descubriéndose y ganando “alas para volar”, aflorando en la vida, pero afligidos por la presión que muchas veces sufren exactamente de donde debería venir el apoyo que tanto necesitan: de los padres.
Pero es justamente la manera como usted – padre, madre – lidia con los desafíos cotidianos, la que trazará un futuro saludable y feliz (o no) para sus hijos.
Está semana hablaremos de los reclamos que los padres les hacen a sus hijos. Muchos exageran y comprometen la buena relación en familia. Pero, ¿cuál es la dosis correcta?
El reclamo aparta
Reclamarle, reclamarle y reclamarle a su hijo masifica su cabeza, y aunque las intenciones sean las mejores, llega un momento en el que él se cansa, y se aparta. Y no es eso lo que los padres quieren, ¿verdad?
Todo el mundo sabe que el adolescente está en plena actividad y “lleno de gasolina”. De hecho, no es una tarea nada fácil “domarlo”. Pero, ¿será que es necesario?
Algunos consejos son esenciales para mejorar la relación, sin embargo, para que surta efecto, va a depender, exclusivamente, de cada uno, del amor y del esfuerzo empeñado en la relación de padres e hijos.
La contadora Claudia Cristina Dameto, de 44 años, es madre de Matheus Dameto, de 15 (foto de al lado). Ella sabe muy bien que la paciencia y, sobre todo, el amor son imprescindibles para que la convivencia con su hija sea la mejor posible.
Para ella, el voto de confianza que le da al niño es esencial en esta etapa de su vida, a pesar de que su corazón quede, muchas veces, angustiado.
Exceso de celo
Claudia ya fue una madre que le reclamó mucho al hijo. “Tal vez por el hecho de criarlo sola. Sin embargo, hoy lo veo más como un exceso de responsabilidad. Actualmente, intento ser más tranquila, porque actuando de aquella forma, queriendo o no, lo apartaba de mí”, reconoce.
Hoy, resalta que su hijo le enseña muchas cosas en el día a día. “¿Y sabe por qué? Porque hay confianza, pero no por eso dejo de orientarlo. Negociamos muchas cosas, y nuestra relación de madre-hijo ha funcionado bien, gracias a Dios. Dejo en claro que cada uno tiene sus obligaciones: yo, como madre, y él, como hijo. Mostramos los resultados el uno al otro, incluso porque, si puedo reclamar, tengo que dar el ejemplo también”, dice, añadiendo que las diferencias existen en cualquier convivencia, y que muchas veces ellos no concuerdan, sin embargo, siempre se entienden sin problemas.
Claudia tampoco renuncia a los momentos con su hijo y, por lo tanto, separa un día de la semana para hacer un paseo o incluso ver una película en su casa con él. “Ese día para nosotros es sagrado. Si notamos que la semana será muy agitada, me llama y viene a almorzar conmigo al trabajo.”
Mejor amiga
¿Y cuando surgen los problemas? Claudia es la mejor amiga de su hijo. “Buscamos sentarnos y hablar, siempre. Estos días me llamó y me preguntó si confiaba en él. ‘Pero claro que sí’, le dije. Entonces, me pidió para salir un día de la semana a la tarde con los amigos de la escuela. Confieso que me quedé un poco asustada, pero necesita de ese momento, entonces, respiré hondo y se lo permití. Quedó muy feliz con mi respuesta y, desde entonces, ha sido así. Él, a su vez, se ha mostrado realmente confiable.”
Claudia también hace mención de que todo eso solo es posible porque, además de la confianza, y el amor que van de la mano con ellos, hay un Ser mayor que los protege y los dirige todos los días. “Tenemos a Dios como nuestro mejor amigo”, argumenta, explicando que el hijo es un regalo dado por Él, por eso, hace de todo para tratarlo con respeto, y el resultado ha sido bastante satisfactorio.