“El corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos.” Proverbios 17:22
Como siempre, la sabiduría de los Proverbios de Salomón no es mera casualidad. Lo que la Biblia ya decía en aquellos tiempos, hoy la ciencia lo comprueba. Reírse es mucho más que un buen remedio, pues además de ayudar bastante en la recuperación de enfermedades, también tiene un papel preventivo.
No faltan estudios por parte de muchos de los más considerados científicos e instituciones del mundo sobre el efecto de una buena risa, que libera sustancias químicas en el cerebro que producen una sensación de bienestar y ayudan a resistir mejor el dolor.
La risa activa el sistema cardiovascular. Cuando nos reímos, el endotelio – revestimiento interno de los vasos sanguíneos – se relaja, lo que mejora la circulación de la sangre y disminuye la presión de las arterias. Lo que relaja los vasos, en realidad, son las sustancias como la endorfina y la dopamina, producidas por el organismo y “liberadas” por la risa.
El acto de reírse reduce el nivel de las hormonas asociadas al estrés y aumenta la concentración de óxido nítrico, también vasodilatador. La risa tiene un considerable efecto en la reducción de la inflamación en los vasos sanguíneos y previene la formación de las placas de colesterol que podrían, literalmente, obstruirlos.
Reírse es un ejercicio
Un equipo liderado por el psicólogo inglés Robin Dunbar, de la Universidad de Oxford, analizó varias de las experiencias ya hechas, hizo otras nuevas basadas en ellas y comprobó que la risa es un verdadero ejercicio físico que exige bastante del cuerpo, generando beneficios. Incluye contracciones del diafragma, repetición de sonidos vocales que dependen de las cámaras de resonancia de la faringe, las cavidades nasales y la boca y el movimiento de alrededor de 50 músculos.
En un experimento de Dunbar, fue probado en voluntarios la resistencia al dolor antes y después de ataques de risa. Sin embargo, vale destacar que lo que el científico usaba en las secciones era la llamada “risa social” – no la voluntaria, consciente, sino la contagiosa, como la producida por una película graciosa en la platea de un cine, que lo acerca a usted mismo a personas desconocidas.
Fue comprobado que la resistencia al dolor aumenta con la risa, pues el esfuerzo muscular del acto causa el aumento de la concentración de endorfina.
No hay duda: Salomón estaba realmente en lo correcto cuando usaba el don que le dio fama, dado por Dios.