Cuando usted convive con una persona durante un tiempo, inmediatamente los defectos de ella comienzan a aparecer (así como los suyos). Las primeras personas con las que pasamos esta experiencia son nuestros familiares. Y a lo largo de la vida la experiencia se repite. En la escuela, en el trabajo, con los parientes, en la iglesia, en el deporte, en el noviazgo, en el matrimonio – en cualquier lugar en donde estamos cerca de alguien y convivimos durante un tiempo. Y así es hasta la muerte.
Cada persona es diferente pero todas tienen sus peculiaridades. Piense ahora en alguien con quien usted convive o ya convivió y cuáles son los defectos de esa persona. Inmediatamente se le viene a la mente cosas como controladora, aprovechadora, mimada, arrogante, difícil, malhumorada, perezosa, sucia, conformista, temperamental, desordenada, egoísta, molesta… y sigue. Para cada persona, hay un adjetivo no muy positivo.
Y no tenga duda: ¡quien nos conoce también tiene un adjetivo para nosotros!
La mala noticia es que todo ser humano tiene sus defectos. Si usted piensa que alguien no los tiene, es porque no convivió con él aún. Entonces, nuestro desafío es guardar nuestro corazón para no dejar que los defectos de esa persona traigan al descubierto los nuestros.
Es muy fácil que deje que eso suceda. Usted convive con alguien durante un tiempo, pasa a notar sus defectos, eso lo va irritando hasta el punto en que todo lo que ve en esa persona son sus defectos. Es entonces que pasa a dejar de apreciarla. Y si no lidia con su rencor, eso va derramándose por sus palabras y termina hablándoles mal de esa persona a los demás siempre que tiene una oportunidad.
Pero quien más sufre con eso es usted, no ella. Es su corazón que está llenándose de odio y otros sentimientos malos.
Claro que hay casos en los que si alguien le hizo tanto mal, lo mejor realmente es que cada uno vaya por su lado.
Pero la buena noticia es que la mayoría de las personas tiene virtudes que superan sus defectos. Solo necesitamos aprender a enfocarnos en las virtudes en vez de obsesionarnos con los defectos. En el momento del enojo, tenemos que mantener un diálogo interno con nosotros mismos para recordarnos: “Ella tiene ese defecto pero tiene muchas virtudes”, “No voy a juzgarlo por eso, después de todo tengo también mis defectos”.
Ese mantenimiento emocional tiene que ser hecho regularmente para garantizarnos un buen estado de ánimo y buenas relaciones.
No se olvide de hacerlo periódicamente.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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