Algunas personas tienen la ilusión de que con tener fe es suficiente para que todos sus sueños se realicen. Ser de éxito o no, en cualquiera que sea el área, depende de la disposición y dedicación de cada individuo en alcanzar metas.
Después de todo, el éxito no es nada más que el resultado de buenas decisiones y actitudes correctas tomadas a lo largo de la vida. Y el Señor Jesús es el mejor y mayor ejemplo de eso. Para que hoy usted y yo pudiéramos tener acceso no solo a la vida abundante, sino principalmente a la salvación eterna, el Señor Jesús tuvo que sacrificar su propia vida en la cruz del Calvario. Sacrificio, éste, determinado por el propio Dios.
La Palabra de Dios registra que “los discípulos se entristecieron grandemente” (Mateo 17.23) cuando el Señor Jesús les dijo que debería ser crucificado… ¿Por qué? Porque sus ojos estaban dirigidos al sacrificio. En aquél momento, ellos no consiguieron ver que el resultado de aquel sacrificio sería la victoria sobre todo el mal y la salvación de toda la humanidad.
Al igual que los discípulos, muchos que dicen tener fe, continúan tristes y fracasados porque no están dispuestos a sacrificar su propia voluntad para obedecer a lo que determina la Palabra de Dios. Ellos aún no comprendieron que el resultado de tal obediencia será la materialización de las promesas divinas en sus vidas.
El Señor Jesús no Se entristeció porque tenía la certeza de la victoria que vendría después, es decir, Su resurrección. Por causa de Su sacrificio, Dios Lo exaltó grandiosamente. Hoy, El está a la derecha del Padre y Su nombre está por encima de todos los nombres.
Amigo lector, el sacrificio es la más pura expresión de fe del ser humano. Y la fe trae alegría, certeza de la victoria. Donde hay fe, hay sacrificio y aparece la manifestación sobrenatural de Dios. Esta es la visión que usted debe tener.
Obispo Romualdo Panceiro