Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Mateo 15:28
Esta mujer, que sacó del Señor Jesús esta alegre y sorprendida expresión, era una gentil, extranjera venida de tierras vecinas a Israel. Una madre que buscaba ayuda para su hija que estaba horriblemente afligida por un espíritu maligno.
La manera en la que Jesús inicialmente reaccionó ante esta mujer fue inusual. Normalmente receptivo y acogedor con todos los que Lo buscaban, Jesús actuó de forma dura e insensible con esta mujer. Primero, la ignoró. Enseguida, cuando los propios discípulos Le pedían que Se librara de ella, le dijo que Su prioridad eran los hijos de Israel. Después, cuando la mujer insistió, le dijo que no era correcto quitarle el pan de los hijos y dárselo a los perros.
¿Qué haría usted si alguien en la iglesia, un pastor o un obrero, le tratara como Jesús trató a esa mujer? ¿Cómo reaccionaría si al hablar con el pastor, él le ignorara? ¿Y si usted oyera a los obreros de la iglesia susurrando a su respecto diciendo que es una persona muy molesta, que lo mejor sería librarse de usted? ¿Y si el obispo de la iglesia le dijera que no puede atenderle porque tiene a personas más importantes que usted adelante?
Como mínimo, usted nunca más volvería a esa iglesia. Es así, pero fue exactamente eso lo que sucedió con aquella mujer. Aun así no se ofendió ni se retiró. Y por eso Jesús expresó lo que pensaba al respecto de ella: “¡Grande es tu fe!”
Pero, ¿por qué, después de todo, Él la trató así? No fue solo porque era extranjera, ya que no hizo lo mismo con el centurión, por ejemplo, que también era extranjero.
Como Jesús nunca hizo nada por casualidad, creo que Él probó la fe de aquella mujer porque sabía cómo reaccionaría. Así, quedaría grabado en la historia cómo la fe puede superar a los sentimientos.
Uno de los grandes males de hoy se llama hipersensibilidad emocional. Personas hipersensibles que se ofenden por todo y por nada, que viven mucho por lo que sienten y se preocupan al extremo por lo que los demás dicen o piensan a su propio respecto.
La fe de aquella mujer fue grande exactamente porque venció sus sentimientos. Y aún más: ¡aprovechó esa ofensa y la transformó en ventaja para sí misma! “Sí, soy un perrillo… Solo la migaja que cae de la mesa me basta.”
Aplicación: Venza a sus sentimientos. Aproveche las ofensas, la indiferencia, el rechazo que viene de los demás y transfórmelas en fuerza y oportunidades.
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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