¿Por qué el Señor Jesús, el propio Mesías, también pasó por tentaciones cuando estaba en su ayuno de 40 días en el desierto?
Sucede que el diablo es astuto, un gran estratega. La Biblia dice que, en el cuadragésimo día, Jesús sintió hambre (Mateo 4:1-3). Fue exactamente allí que el demonio Lo atacó: cuando vino el primer momento de debilidad. Pero fue reconociendo Su debilidad, Su hambre, que Jesús también fue un gran estratega y usó la mayor arma que podía disponer contra Lucifer: estaba con el Espíritu Santo, que Lo guiaba.
La Palabra habla de tres grandes tentaciones, cada una más fuerte que la anterior.
No piense que, si ni siquiera el Señor Jesús fue librado de tentaciones, usted lo será. Durante los 40 días del “Ayuno de Jesús”, usted será tentado de varias formas.
En la primera tentación, el diablo sugirió que Jesús transformara piedras, algo en abundancia en el desierto, en pan. Con eso, el padre de las tinieblas quería que el Hijo de Dios incurriera en dos grandes errores. Lo primero era usar Su poder, sentirse poderoso, independiente de Dios en un momento difícil. El segundo era la satisfacción temporaria de una necesidad: matar allí el hambre, en ese momento. Jesús usó la mejor arma: la propia Palabra. No solo reafirmó Su dependencia de Dios, sino que mostró que habían otros tipos de alimentos que no matarían un hambre momentáneo y físico. Eran alimentos espirituales y permanentes.
Lo mismo puede sucederle a usted durante la cuarentena que antecede a la entrada en el Templo de Salomón: en todo momento, la tentación de matar esa voluntad de pispiar la red social de los demás, querer prender la tele en el primer grito de “gol” con fuegos artificiales, saber el último chisme sobre algún determinado artista. Pero tales cosas solo llenan una necesidad inútil y temporaria. Hay algo más por ganar persistiendo en el “Ayuno de Jesús”.
La segunda vez, Lucifer llevó a Jesús al punto más alto del Templo de Jerusalén y Lo desafió a tirarse desde ese punto, que los ángeles Lo sostendrían (Mateo 4:5-7). Con eso, buscaba que Jesús Se sintiera famoso, inflara Su ego, pues las personas de alrededor Lo verían flotar hasta el suelo y Lo adorarían. El demonio usó la Palabra para mostrarle que los ángeles Lo protegerían. Con eso también intentó hacer que Jesús tentara a Dios, faltándole el respeto. El Mesías usó la Biblia de nuevo, mostrando que era un pecado tentar al Señor. El Hijo de Dios entendió que, si hiciera eso, sería idolatrado como una atracción, un “superhéroe” de la época, y la atención que debía despertar en las personas, la Gloria de Dios, quedaría en segundo plano, o incluso ni sería percibida. Con nosotros puede suceder lo mismo: el diablo puede, con sus tentaciones, desviarnos del propósito del Ayuno y hacer que usemos la cuarentena para mostrarles a los demás lo “súper-cristianos” que somos.
La tercera vez, el diablo Le ofreció poder. Nuevamente apeló al ego de Jesús y Le ofreció poder sobre los reinos de la Tierra (Mateo 4:8-10). Una vez más quiso desviar a Jesús de Dios, atizándolo para ser el jefe de todo, pero Jesús enfrentó al príncipe del infierno y le demostró que solo Dios debería ser servido. El diablo quiso que Jesús, así como él, quisiera la posición que solo Le pertenecía al Señor, pero el Mesías no cayó en la trampa sucia. Durante el “Ayuno de Jesús”, usted puede pensar que es el señor de su vida y que no le hará mal ver ese partido en la tele. Habrá fallado en el propósito de la cuarentena. Pero, sepa, nadie está libre de los errores. Sin embargo, vale la pena mostrarle al diablo Quién está con usted, protegiéndolo y dándole fuerzas.
De esa forma, aprendemos con Jesús algunas lecciones en ese desierto. Respondiendo a la pregunta que comenzó en el texto, Él Se dejó pasar por las tentaciones del diablo para mostrarnos de dónde viene la verdadera fuerza, el verdadero poder, que, definitivamente, no es de nosotros mismos. Mateo 4:1 deja en claro que el Espíritu Santo condujo a Jesús al desierto, y es allí que está el secreto. Cuando Jesús Se notó con hambre, débil, el diablo se aprovechó de esa brecha, pero el Espíritu de Dios no solo expulsó al padre de la mentira, sino que cerró la brecha, fortaleciendo a Aquel que comenzaba a sentirse débil, pero que reconoció que estaba con Dios y Su resistencia volvió con todo.
Jesús pasó por eso para, entre otras cosas, mostrarnos cómo vencer las tentaciones no solo durante los 40 días del “Ayuno de Jesús”, sino durante toda la vida – incluso, y sobre todo, en esos momentos en donde nos sentimos más débiles.
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